En agosto de 2018, más de cien años después del fin del dominio alemán sobre el suroeste de África, el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán supervisó la repatriación de los restos de varios Ovaherero/Ovambanderu y Nama a Namibia. Los restos procedían de colecciones públicas y privadas de Alemania y siguieron a repatriaciones anteriores en 2011 y 2014. Las repatriaciones formaban parte de un programa más amplio de negociaciones entre Alemania y Namibia en relación con un pasado colonial compartido, un programa reforzado por el reconocimiento en 2004 por parte de la ministra de Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul, de la responsabilidad alemana en los crímenes cometidos por las fuerzas coloniales alemanas. El pasado colonial también se ha convertido en un importante tema de conversación dentro de Alemania. Desde 2013, el grupo activista No Humboldt 21 ha protestado contra la incorporación acrítica de colecciones etnográficas que datan de la época colonial en el proyectado Foro Humboldt en el centro de Berlín. Y en 2016-17 el Museo Histórico Alemán de Berlín organizó una gran exposición sobre el colonialismo alemán a la que asistieron más de 100.000 visitantes.

En este contexto, tres obras recientes han hecho nuevas incursiones en nuestra comprensión histórica del colonialismo alemán. En distintos grados, recogen cuatro amplias tendencias dentro del floreciente campo de la historia colonial alemana: una creciente sensibilidad hacia las historias de los colonizados; la contextualización de la historia colonial alemana dentro de un marco imperial europeo más amplio; la atención sostenida al giro transnacional; y el seguimiento del impacto del imperio en la metrópoli colonial.

Sexo y control, de Daniel Walther, publicado en la serie Monographs in German History de Berghahn, será de interés no sólo para los historiadores de Alemania, sino también para los estudiosos que trabajan en las historias de la medicina y la sexualidad en general. El estudio se centra en las formas en que el gobierno colonial alemán ejercía la autoridad y el poder a través de la biopolítica en lugar de, por ejemplo, el ejército o la policía, prestando especial atención tanto al alcance como a las limitaciones de este poder.1 Centrándose en la gestión de las enfermedades venéreas en las colonias alemanas, Walther muestra el modo en que las autoridades coloniales se dirigieron a los cuerpos de los militares alemanes y, en última instancia, a las prostitutas en su intento de controlar la salud pública.

El control de la nación a través del control de los cuerpos (especialmente de las mujeres) ha sido durante mucho tiempo un tema de la historia alemana. Entonces, ¿qué diferencia supuso el colonialismo? El autor argumenta que las jerarquías raciales impuestas por el sistema colonial facilitaron el acceso de los médicos a los cuerpos de los pacientes, y pudieron exigir que una mayor parte de la población se sometiera a la supervisión médica de lo que era posible en Alemania.2 Según Walther, «en los territorios de ultramar aplicaron las políticas que hicieron porque podían, que al final iban más allá de lo que era posible en casa».3 Además de las prostitutas blancas y los militares, también intentaron controlar a los grupos indígenas mediante la educación, la regulación y la coerción, abriendo así un campo de experimentación mucho más amplio.

Una de las afirmaciones más provocativas del autor es que la lucha colonial por la salud pública fue esencialmente moderna; con el «enfoque de disciplinar a la población a través de la vigilancia y la normalización… la medicina moderna buscó transformar la sociedad y definir quién pertenecía al estado-nación y quién no de acuerdo con la autoridad del conocimiento científico».4 Así pues, no sólo trabaja dentro del marco foucaultiano, sino que recoge la idea de que el espacio colonial es un «laboratorio de la modernidad», un espacio en el que las innovaciones tecnológicas, raciales, sociales y médicas podían probarse en una población servil antes de aplicarse a la metrópoli.5 Walther lleva esta tesis más allá, considerando las colonias no como un campo de pruebas, sino como un lugar donde los médicos podían aplicar los conocimientos y la comprensión6. Esta es una matización importante y tiene otras implicaciones para la forma en que los historiadores ven la naturaleza de la transferencia de conocimientos entre la colonia y la metrópoli.

El estudio adopta una perspectiva «pancolonial» en todas las colonias alemanas, afirmando que «las percepciones de los no europeos desde el punto de vista médico eran en gran medida uniformes», al igual que «las respuestas a esta amenaza».7 Esta perspectiva corre inadvertidamente el riesgo de reproducir la mirada del colonizador. No obstante, Walther intenta tomar en serio las actitudes y motivaciones de las poblaciones indígenas, tal y como se reproducen en los archivos coloniales. De hecho, siguiendo el trabajo de James Scott y Detlev Peukert, aboga por interpretar la conformidad o la falta de conformidad de los pacientes indígenas como parte de un espectro entre la «complicidad» y la «resistencia».8

El libro comienza con un breve y útil capítulo que presenta al lector las características más destacadas de la campaña contra las enfermedades venéreas en la Alemania de finales del siglo XIX y principios del XX. A continuación, se presentan tres partes principales, cada una de las cuales consta de varios capítulos. La primera parte («Sexualidad masculina y prostitución en los territorios de ultramar») es un amplio resumen de la sexualidad y la prostitución en las colonias, redactado de forma que el libro sea accesible para los no expertos, sin dejar de interesar a los más versados en el campo de la historia colonial alemana. La segunda parte («Las enfermedades venéreas en el contexto colonial») incluye una visión de la naturaleza del material de partida y la reducción y objetivación de los enfermos a estadísticas. Aquí, Walther ofrece un argumento convincente para centrarse en las enfermedades venéreas (EV), en parte debido a los números en cuestión. Por ejemplo, el número de casos reportados en Camerún fue el segundo después del de la malaria en 1911/12;9 en dos distritos de Togo en 1907/08, al menos el 40% de la población blanca sufría de enfermedades venéreas;10 y en África Oriental en 1903/04 había más pacientes de enfermedades venéreas que de malaria entre la población «indígena».11 Sin embargo, el debate también muestra las limitaciones de estas estadísticas, sobre todo en relación con cualquier grupo que no sea europeo, grupos definidos por categorías coloniales cambiantes como «indígena», «de color», «blanco» o «mestizo». Walther sostiene que esta misma ambigüedad sobre a quién incluir o excluir en las estadísticas permitió a los médicos y a los funcionarios coloniales justificar la aplicación de «políticas más amplias y uniformes» de lo que podrían haber hecho en otras circunstancias.12

La tercera parte del libro, «La lucha contra las enfermedades venéreas en las colonias», muestra en particular cómo las autoridades coloniales ejercían su poder no sólo en la aplicación de las medidas de control, sino especialmente en la reacción al incumplimiento de las medidas de salud pública. Ofrece más detalles sobre el tratamiento real de los infectados por enfermedades venéreas y las medidas cada vez más coercitivas utilizadas para controlarlos. Éstas incluían el internamiento de los pacientes no europeos en barracones y campamentos cercados hasta que se consideraran libres de riesgo, de forma similar a los «hospitales cerrados» de las colonias británicas.13 Aquí y en otras partes del libro, el autor sitúa la experiencia alemana en un contexto colonial más amplio al incluir frecuentes referencias a la literatura secundaria sobre el caso británico.

Sex and Control proporciona al lector una gran cantidad de información sobre los mecanismos que subyacen tanto al alcance de las enfermedades venéreas como a los intentos de controlarlas en las colonias. Los lectores aprenden, por ejemplo, que los médicos alemanes atribuían la propagación de la sífilis sobre todo a los hombres blancos solteros de la clase trabajadora, aunque también culpaban a las poblaciones árabes y musulmanas de las colonias africanas, así como a los japoneses y chinos de los territorios del Pacífico. Las explicaciones sobre la causa real de las enfermedades venéreas estaban sujetas a cambios y se atribuían sobre todo a las condiciones morales.14 Así, un discurso médico un tanto predecible se dirigía a las poblaciones no blancas cuando era políticamente conveniente hacerlo. La atención a un posible solapamiento entre los discursos centrados en la clase obrera de la colonia y la metrópoli y en la subclase racial del extranjero, aunque se menciona brevemente, podría haberse profundizado. Lo que sí queda claro es que los indígenas fueron utilizados como sujetos de prueba incluso más que las clases bajas en Alemania debido a las jerarquías raciales.15 Está claro que la situación colonial alteró significativamente el discurso y la práctica. Y, sin embargo, uno se pregunta si hubo algo más que una simple transferencia de conocimientos de Alemania a las colonias, si ambas cosas estaban aún más entrelazadas de lo que sugiere el análisis. El capítulo nueve, por ejemplo, revela que la información adquirida en las colonias sobre la administración y la dosificación del Salvarsan, un fármaco utilizado para combatir la sífilis, se aplicó posteriormente en el contexto metropolitano.16 ¿Existen acaso más pruebas de un intercambio de conocimientos bidireccional entre la colonia y la metrópoli?

La discusión detallada está respaldada, sobre todo, por una plétora de estadísticas, que se incluyen en un extenso apéndice. Sin embargo, un examen más detallado de estas tablas muestra una irregularidad en los datos que sólo se refleja brevemente en el texto.17 Las lagunas en los datos se hacen especialmente evidentes cuando se observa la tabla 6, que muestra las enfermedades venéreas en el África sudoccidental alemana desde 1902/03 hasta 1911/12, donde faltan estadísticas para la mitad de los años. Este problema se ve agravado, por supuesto, por el hecho de que sólo se enumeran los casos notificados. Cualquiera que trabaje con estadísticas coloniales alemanas se ha encontrado con frustrantes espacios en blanco como éste, pero uno se pregunta si es prudente prestar tanta atención a estas cifras en la Parte II, dada su falta de fiabilidad. En última instancia, el punto más importante era sin duda que los médicos percibían que las enfermedades venéreas se extendían ampliamente por las colonias.

De hecho, quizás como contrapeso a esta evidencia estadística, Walther también intenta una lectura más matizada y poscolonial de los archivos a través de la atención a la «agencia indígena» en los capítulos finales. Aunque se afirma que es una parte sustancial del argumento en su introducción, a este tema se le dedica relativamente poco espacio, debido al énfasis que se pone en los otros temas que también abarca el libro. El material real que puede contribuir a la comprensión de la agencia africana se limita a unos pocos atisbos tentadores más que a un análisis sostenido. No obstante, el autor extrae considerables conclusiones de estas pruebas. Demuestra sobre todo que las reacciones indígenas a las medidas de salud pública para controlar las enfermedades venéreas fueron variadas. Algunos «padres cameruneses» animaban a sus hijos a consultar a médicos alemanes antes de casarse; algunas prostitutas «codiciaban» un certificado de buena salud expedido por las autoridades coloniales porque les facilitaba el trabajo.18 Otras reacciones fueron que los pacientes intentaran escapar de los «campamentos» de tratamiento en África oriental, que las prostitutas evitaran la inspección mediante el matrimonio en África oriental y que las prostitutas objeto de vigilancia en Camerún simplemente abandonaran la zona para evitar los procedimientos invasivos.19 ¿Podemos interpretar estas últimas acciones como formas de resistencia? Walther no llega a esta conclusión explícitamente, aunque la introducción sugiere que le gustaría que entendiéramos las pruebas de esta manera. Para profundizar en esta importante parte del análisis, se podría ampliar la lectura de Walther de los deslices en los informes de los funcionarios coloniales con más pruebas -de los informes de los misioneros, por ejemplo.

En general, este estudio sólidamente investigado ofrece detalles fascinantes para los estudiosos del colonialismo alemán. Para los estudiosos más generales de la historia de la medicina y el imperio, ofrece una interesante perspectiva contraria a la tesis de los «laboratorios de la modernidad» que merece una mayor exploración. El libro no es un estudio sistemático de historia comparada; en su lugar, se entretejen varios ejemplos del contexto británico en momentos escogidos para poner el caso alemán en perspectiva. No obstante, estas interjecciones sugieren que los médicos coloniales alemanes no diferían mucho de sus colegas británicos, lo que corrobora la validez de considerar el colonialismo alemán como parte de un proyecto europeo más amplio.20 A través de la discusión, los lectores también obtienen una visión de las redes internacionales que llevaron a las prostitutas a las colonias en primer lugar: los burdeles estaban dirigidos por gerentes franceses, alemanes, japoneses y chinos y contaban con mujeres de diversos orígenes. Es muy posible que los historiadores interesados en la vida de estas mujeres, en su migración por el mundo colonial y en las redes que facilitaron la globalización del comercio del sexo puedan seguir investigando.21 Por el momento, Sex and Control deja constancia en los lectores del notable grado de autoridad que ejercían los médicos en las colonias alemanas antes de la Primera Guerra Mundial, que no sería superado hasta la Ley de Lucha contra las Enfermedades Venéreas de 1927 y las posteriores medidas nazis.22

El libro de Christine Egger, Transnationale Biographien, se centra en un tipo de red muy diferente. El estudio, situado tanto dentro como fuera del contexto colonial alemán, rastrea las redes misioneras entre la sociedad misionera de San Benedicto y la antigua África Oriental Alemana (Tanzania), Suiza y los Estados Unidos. La St Benediktus-Missionsgenossenschaft (también conocida como la Congregación de Santa Otilia) fue fundada por el padre suizo Andreas (Josef) Amrhein en 1884. Comenzó como una organización que trabajaba en Schloss Emming (Baviera) y difundía la fe católica en el África oriental alemana. Sigue existiendo, con miembros de la congregación en Alemania y Suiza, pero también en Tanzania, Togo, Namibia, Estados Unidos y Filipinas, entre otros lugares. Egger aborda la historia de esta organización con una perspectiva «translocal, transregional y transnacional».23 Su objetivo es escribir la historia de la misión cristiana moderna como parte de la historia de las sociedades europeas, americanas y africanas implicadas, pero también con vistas a una «historia compartida de relaciones y enredos complejos».24

Al hacerlo, Egger extiende su red cronológica más de lo habitual, situando su análisis desde finales del siglo XIX hasta la década de 1960. Esto le permite incluir un «segundo florecimiento» de las actividades de la organización tras la Primera Guerra Mundial y la pérdida de control político de Alemania sobre África Oriental (se convirtió en un mandato británico en 1919). Este enfoque corrobora la continuidad de las relaciones de la época colonial entre Alemania y sus colonias en el periodo de entreguerras y más allá. Al igual que Walther, Egger también considera conjuntamente los aspectos coloniales y metropolitanos de la organización.25 Sin embargo, mientras que Walther da relativamente más importancia al escenario colonial, Egger trata sobre todo de rastrear los efectos que estos encuentros misioneros en el extranjero tuvieron sobre la población alemana en su país. Como dice ella: «¿Peramiho y Ndanda se hicieron tan evidentes en Santa Otilia como Santa Otilia lo fue en Peramiho y Ndanda?’26

El estudio adopta un enfoque refrescante a través de una «biografía colectiva» de los aproximadamente 379 miembros de la Congregación de Santa Otilia que estuvieron activos en Tanganica entre 1922 y 1965. Los datos se basan en necrológicas y entrevistas narrativas en Tanzania. A lo largo de los años, los historiadores han descubierto que los archivos misioneros pueden revelar una gran cantidad de información sobre el colonialismo alemán y las redes transnacionales. Sin embargo, las misiones católicas han permanecido relativamente intactas para los estudiosos. La mayoría de los archivos católicos sólo son accesibles a través del Vaticano y, por tanto, están sujetos a restricciones. Los archivos de Santa Otilia, sin embargo, son conservados por sus abadías en Santa Otilia, Peramiho y Ndanda, y están más abiertos a la investigación.

Un tema claro que se desprende de esta investigación es la idea de la carrera transnacional, o imperial.27 Extendiendo este concepto al mundo misionero, Egger incluye no sólo a los sacerdotes ordenados, sino también a los «Brudermissionare», es decir, maestros, artesanos, mecánicos, ingenieros y médicos, así como a las mujeres miembros de la «Frauenmission» que ayudarían a los sacerdotes en la «misión civilizadora».28 De manera crucial, al situar la parte principal de su estudio en los años veinte a los sesenta, la autora incluye no sólo las carreras misioneras estadounidenses y europeas, sino también las tanganas. Se trata de un importante intento de superar los límites nacionales y eurocéntricos de la investigación histórica sobre el colonialismo alemán. Al mismo tiempo, sugiere que la Landesgeschichte puede ser una forma útil de combinar las historias locales con las transnacionales.29

El libro se divide en ocho capítulos. Comienza con una visión general del contexto colonial y de Santa Otilia y otras organizaciones misioneras en el siglo XIX. La narración incluye una sección bastante extensa de información de fondo, hasta e incluyendo partes del capítulo cuatro. Sin embargo, la discusión entra de lleno en este capítulo, que se centra en las Lebenswelten; aquí nos encontramos, por ejemplo, con la historia de vida de Rudolf Vierhaus, misionero en Tanganica entre 1922 y 1965. El capítulo más fascinante y analítico, en opinión de este lector, es el quinto, una biografía colectiva de los trabajadores misioneros en Tanganica. Le sigue un capítulo en el que se profundiza en las experiencias individuales, aunque no se abandona el enfoque biográfico. El último capítulo sitúa estas biografías dentro de sus relaciones y redes transnacionales, a través de la lente de tres «espacios» transnacionales: las asociaciones de misioneros, las publicaciones y las iglesias y el museo construidos por la misión en St Ottilien.

La investigación es verdaderamente transnacional en términos de trabajo de archivo y ha dado como resultado un estudio lógicamente organizado y detallado. La biografía colectiva revela algunos puntos comunes no sorprendentes en los antecedentes de los misioneros: Los misioneros europeos procedían en su inmensa mayoría de pequeñas comunidades rurales, de familias agrarias grandes y trabajadoras o de pequeños comerciantes, que a su vez también aprendieron un oficio o recibieron una formación complementaria en una escuela técnica. Varios aprovecharon también la oportunidad de seguir formándose en el propio convento benedictino. Los colegios de formación gestionados por los misioneros fueron también puntos de entrada clave para los hermanos de Tanganica.30 Sin embargo, quizá sorprenda a algunos lectores el hecho de que los misioneros alemanes también participaran en el servicio militar. Egger analiza su impacto en algunas de sus vidas.

A lo largo de la obra, el autor también reconoce la complicada relación entre los ideales misioneros y (neo)coloniales. Por ejemplo, los misioneros europeos estaban influenciados por el deseo de ser monjes y misioneros, pero también por «las ideas románticas de una vida emocionante en la lejana África», así como por el deseo de mejora social y seguridad.31 El fundador de la misión, el padre Andreas Amrhein, quedó impresionado por la exhibición de artefactos no europeos en la Feria Mundial de París cuando trazó los planes para su trabajo misionero.32 Esto sugiere que la comprensión de la misión no puede extraerse de la política y la popularización del imperio, aunque Egger podría haber sacado más partido a este aspecto mediante un análisis más crítico del discurso de las propias declaraciones de los misioneros. Aunque el autor alude brevemente a que la misión surgió como un «fenómeno político», cabe preguntarse qué significa esto exactamente33. Por ejemplo, ¿hasta qué punto estos misioneros (como muchos otros) participaron en los debates sobre la restitución de las antiguas colonias a Alemania en la década de 1920?

A través del análisis matizado de Lebenswelten que lleva a las décadas de 1950 y 1960, los lectores conocen las perspectivas de los misioneros europeos sobre los proyectos de «desarrollo» agrario, la nostalgia, las crecientes tensiones con el gobierno colonial británico y, finalmente, la visión política de Julius Nyerere, y los contratiempos con respecto a las prácticas espirituales indígenas, así como al Islam. Pero también conocemos las luchas de los misioneros nacidos en Tanganica; por ejemplo, los esfuerzos (fallidos) del Hermano Bonaventura Malibiche por erigir un claustro exclusivo para padres y hermanos negros a mediados de la década de 1950. De hecho, hasta la década de 1980 no se permitió la entrada de candidatos tanzanos en los conventos de Peramiho y Ndanda.34

Hubiera sido conveniente contar con más perspectivas de este tipo, pero en general el análisis refleja los orígenes geográficamente sesgados de los misioneros de Santa Otilia. Procedentes en su mayoría de Alemania y Suiza, no se les unieron miembros de Estados Unidos hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros tanganianos no fueron acogidos hasta la década de 1950.35 Por tanto, este estudio sólo incluye a ocho misioneros procedentes de Estados Unidos y a once nacidos en Tanganica. Este desequilibrio geográfico es aún más visible en las biografías individuales de seis misioneros en el capítulo seis: cuatro son europeos, uno estadounidense y sólo uno tanganiega. Por lo tanto, apenas oímos hablar de personas como el propio Malibiche, por lo que los objetivos de ilustrar una «historia compartida» sólo se cumplen parcialmente.

El último capítulo y la breve conclusión muestran que África Oriental sí llegó a Baviera. Esto ocurrió a través de publicaciones y, sobre todo, a través del museo misionero, que al parecer recibe miles de visitantes al año.36 Egger afirma que, de forma lenta pero segura, las fronteras entre lo «propio» y lo «ajeno» empezaron a disiparse en las visiones del mundo de los misioneros.37 Las cosas han cerrado el círculo, ya que hoy en día los hermanos de Tanganica acuden a las pequeñas aldeas de Alemania y Suiza de las que partieron los misioneros europeos originales.38 Los frutos de un enfoque de Landesgeschichte, tal y como se expone en la introducción, lamentablemente no están tan bien resueltos. Aunque en las anotaciones de los diarios y en los ejemplos arquitectónicos se revelan frecuentes referencias a una identidad regional, este importante subtema queda como un cabo suelto y sin duda merece más atención y estudio. También habría sido interesante saber más sobre las mujeres asociadas a la misión. Aunque los misioneros de Santa Otilia eran exclusivamente hombres, el autor alude al hecho de que las mujeres servían a menudo como «ayudantes domésticas». A pesar de la extensión de casi 400 páginas del volumen, el lector se queda con la sensación de que el tema no se ha agotado y puede ofrecer varias pistas valiosas para futuras investigaciones.

El último libro reseñado adopta un enfoque mucho más directo de uno de los debates más polémicos de la historia colonial alemana: la tesis del Sonderweg colonial que sugiere que la violencia racial nacionalsocialista surgió de los conflictos coloniales de Alemania.39 La obra de Susanne Kuss German Colonial Wars and the Context of Military Violence es una traducción de Andrew Smith de su obra Deutsches Militär auf kolonialen Kriegsschauplätzen que fue publicada por Ch. Links en 2010. Kuss analiza las causas y las formas de la violencia perpetrada por el Imperio alemán en tres grandes conflictos coloniales: la guerra de los bóxers en China (1900-01), la guerra de los herero-nama en el África sudoccidental alemana (1904-07/8) y la guerra de los maji maji en el África oriental alemana (1905-07/8). Desafía a una nueva generación de historiadores que defienden la continuidad entre las guerras coloniales alemanas y el Holocausto, y se basa en las conclusiones de Isabel Hull sobre la tendencia de la cultura militar alemana a recurrir rápidamente a la violencia y a las soluciones «radicales».40

Kuss argumenta que cada uno de estos tres teatros de guerra utilizó diferentes tipos de violencia, incluyendo la «violencia aleatoria» de las exhibiciones punitivas en la campaña de China (una guerra de coalición); la estrategia militar cuidadosamente planificada que se descontroló y se convirtió en genocida en el suroeste de África alemán; y la política de tierra quemada en el este de África alemán. El autor argumenta de forma convincente que es necesario examinar más de cerca los detalles de cada estudio de caso para entender realmente por qué la campaña en el suroeste de África alemán se convirtió en un genocidio y las de otros teatros de guerra no. Por lo tanto, se considera que explicar el comportamiento «específicamente alemán» es una explicación insuficiente.41 Además, la autora afirma que, al igual que la violencia colonial estaba anclada en los mapas mentales de los propios soldados alemanes, los historiadores también deben considerar el conjunto de circunstancias específicas que motivaron su conducta. Su argumentación se basa, pues, en el lado de la contingencia más que en el de las continuidades a gran escala.

La autora contribuye a nuestra comprensión de estas circunstancias específicas a través de un análisis metódico de seis factores en cada conflicto: las condiciones geofísicas; la geografía cultural (asentamiento humano, infraestructura, economía); los actores indígenas como una de las partes beligerantes; el personal militar alemán enviado en nombre del Imperio alemán (orígenes, afiliaciones, consideraciones ideológicas y autoconceptos); los requisitos externos (castigo, retribución, asentamiento, ocupación; financiación; legitimación en el parlamento y la prensa); y la «fricción». Esta última, un término tomado de Carl von Clausewitz, incluye factores contingentes como el clima, los fallos en el calendario o la mala información.42 En el centro del análisis se encuentra el concepto de Kriegsschauplatz o «teatro de guerra»: un «lugar de la batalla como área geográfica claramente delimitada en la que las partes beligerantes llevan a cabo operaciones hostiles».43 La geografía, sostiene Kuss, importa tanto como la mentalidad.

El análisis se divide en tres partes. La primera parte incluye una descripción de cada conflicto, en la que el lector aprende mucho sobre la naturaleza específica y las salidas de la violencia militar. También incluye algunas investigaciones originales, por ejemplo, sobre la naturaleza de los conflictos a partir de las anotaciones de los diarios y de fuentes hasta ahora olvidadas, incluida una carta relativa a la Guerra Herero-Nama. Esta última muestra que la decisión del káiser de enviar a Lothar von Trotha a hacerse cargo del África sudoccidental alemana fue en contra del consejo del canciller, del ministro de guerra y del director del departamento colonial del ministerio de asuntos exteriores.44 Al final de esta discusión, es evidente que la guerra en el África sudoccidental alemana fue realmente un caso atípico en los conflictos analizados para este estudio.45 Sin embargo, Kuss sostiene que «la violencia genocida que caracterizó la guerra en el África Sudoccidental Alemana surgió con total independencia de cualquier decisión consciente a favor o en contra de una estrategia de genocidio racial concertada».46

La Parte II comprende la mayor parte del volumen y es un análisis diacrónico de aquellos factores contingentes que influyeron en las causas de cada conflicto. Incluye información estadística detallada y más datos sobre los europeos blancos (capítulos 4-6) y los actores indígenas no europeos (capítulos 7-8). Los lectores aprenden mucho sobre los factores contingentes en la toma de decisiones militares en torno a estos tres conflictos. Por ejemplo, la decisión del consejo militar de desplegar miembros de la armada en las regiones áridas del suroeste de África puede parecer a primera vista un grave error. Sin embargo, al ser la más móvil de las fuerzas de combate, la marina podía emplearse rápidamente, lo que ofrecía considerables ventajas.47 Los detalles sobre el entrenamiento y el armamento serán de mayor interés para los historiadores militares, y no parecen haber influido en el curso de los conflictos. Sin embargo, las guerras coloniales sí proporcionaron oportunidades para probar nuevas armas.48 El autor también reexamina las directrices oficiales que regulan la conducción de la guerra, señalando el hecho de que no había una rama separada de entrenamiento para el ejército colonial. Las aportaciones más novedosas (que, por cierto, también son de gran interés para los historiadores sociales y culturales) incluyen información sobre la ideología y el paso a la guerra; el entorno y el enemigo; y las enfermedades y heridas. De hecho, la combinación de la historia cultural y la militar funciona especialmente bien en este análisis para ayudar a los lectores a entender las actitudes que los soldados llevaban consigo a la arena colonial. Podría haberse ampliado provechosamente con relatos personales.

La parte final del análisis aporta perspectivas internacionales y voces de la metrópoli, además de abordar la espinosa idea de la «memoria» militar que se ha utilizado para apoyar la tesis de la continuidad de la violencia militar alemana desde «Windhoek a Auschwitz».49 Aquí, la autora retoma algunos materiales conocidos de los debates parlamentarios y las opiniones extranjeras, incluidas las declaraciones del coronel Frederic J.A. Trench de la Real Artillería de Guarnición británica. Es posible que algunos historiadores del colonialismo alemán ya estén familiarizados con estas fuentes, pero ofrecen un contexto adicional muy útil, junto con algunas ideas nuevas procedentes, por ejemplo, de las perspectivas francesas.

La discusión presta especial atención a la naturaleza multiétnica de estos conflictos, así como a los enfoques selectivos de la violencia empleados por las fuerzas intervinientes. Por ejemplo, durante la Guerra de los Bóxers, los funcionarios estadounidenses condenaron la conducta de las expediciones punitivas alemanas, y sus propias fuerzas se abstuvieron de arrasar pueblos. Mientras que el gobierno alemán daba rienda suelta a las fuerzas alemanas, el comandante británico, el general de división Alfred Gaselee, debía informar al Ministerio de Asuntos Exteriores de cualquier participación en las expediciones.50 Al igual que Walther, Kuss es por tanto consciente de la importancia de una perspectiva comparativa en su análisis. Su descripción de los conflictos también reconoce la naturaleza mixta de las fuerzas combatientes, que incluían «fuerzas hibridadas», voluntarios en el ejército regular, la marina y los marines, fuerzas chinas, contingentes «nativos» en el suroeste y el este de África, rugaruga (tropas irregulares africanas), mercenarios y fuerzas de protección. De hecho, sostiene que «la apreciación de estas diversas motivaciones arroja luz sobre la particular brutalidad exhibida por el personal naval alemán y los soldados de infantería de marina durante las primeras etapas de la guerra en el África sudoccidental alemana». La explicación de tal comportamiento no se encuentra en una voluntad particular y específicamente alemana de exterminio, como afirman varios estudiosos, sino en la completa inexperiencia y desconocimiento de la guerra colonial por parte de los soldados implicados». 51

El autor dialoga con frecuencia de forma implícita con Isabel Hull, cuyo análisis de la Guerra de los Hereros (también en comparación con las Guerras de los Maji Maji y de los Bóxers) reivindica igualmente las especificidades militares por encima de la ideología. Kuss realiza una explicación sistemática de la batalla en la meseta de Waterberg, centrándose no sólo en la infame «orden de exterminio», como suelen hacer muchos historiadores no militares, sino explicando los factores contingentes, incluida la situación militar bastante desesperada de los alemanes en Hamakari hasta ese momento. Refuta el argumento de Hull de que la orden de Lothar von Trotha era ex post facto y que el exterminio de los herero ya había comenzado en el momento de su proclamación, afirmando que el alcance exacto de los asesinatos hasta ese momento es imposible de determinar.52 También refuta el argumento de Hull de que la sanción del terrorismo en la guerra era inherente a los establecimientos militares alemanes. Kuss afirma que esta práctica había sido establecida desde hacía tiempo por todas las naciones como una rama especial de la guerra y que el proceso se había completado incluso antes de que Alemania adquiriera colonias.53 Por último, sostiene que Trotha «no tenía la intención de provocar una situación en la que los herero se vieran sometidos a una muerte lenta debido a las condiciones naturales adversas».54 Se trata de una afirmación significativa, ya que la definición tradicional de genocidio se basa en parte en la «intención de destruir» a una población.55

En general, mientras que Hull se centra en el ejército como institución, Kuss se centra en el espacio. El anclaje del estudio en la especificidad espacial del concepto de Kriegsschauplatz es a la vez un punto fuerte y un punto débil. Es un punto fuerte en la medida en que ha generado un estudio específico, detallado y bien documentado, pero también una debilidad porque excluye el debate sobre las resonancias más amplias de estos conflictos. Éstas van más allá de la intervención militar y afectan a las mentalidades, los recuerdos y los legados. En última instancia, Kuss sostiene que cualquier lección de las guerras coloniales «se perdió en medio del impacto de la Primera Guerra Mundial».56 Aunque esto puede ser cierto para el estamento militar, este estrecho enfoque es quizás demasiado limitado. Los historiadores han demostrado que el impacto de la guerra en el suroeste de África siguió resonando en la cultura popular y política hasta bien entrado el periodo de Weimar, y la propia Kuss considera que la política es un importante factor contingente en los conflictos que analiza. Mantener separadas las esferas militar, social y política es, por tanto, una división en gran medida artificial. Una mayor información a partir de los documentos personales, en lugar de las directivas militares, podría ayudar a los historiadores a superar esta división y a trabajar hacia un análisis más sostenido de la experiencia real de estos conflictos, como Kuss se propone hacer en la introducción.

Las guerras coloniales alemanas entablan un estimulante diálogo con los argumentos anteriores y constituyen un claro enriquecimiento para la literatura del campo. La calidad y la fluidez de la traducción lo hacen accesible a un público más amplio. Algunas partes podrían ser asignadas como lectura para estudiantes de colonialismo, imperio e historia militar. Su valor particular reside en un enfoque más amplio que no pierde la especificidad de cada estudio de caso. Aunque desgraciadamente no incluye bibliografía, es un excelente primer punto de partida para los estudiosos que quieran seguir investigando en esta área.

Tanto los estudios de Kuss como los de Walther muestran hasta qué punto la Guerra de los Hereros sigue estando en el centro de los estudios sobre el colonialismo alemán. Aunque ambos incluyen importantes estudios de casos comparativos, sus debates siguen estando a veces sesgados hacia la situación del suroeste de África. Esto se debe, entre otras cosas, a la cantidad relativamente grande de datos disponibles sobre la antigua colonia de colonos más grande de Alemania. Sin embargo, ambos autores han dado pasos importantes para poner en perspectiva la situación del suroeste de África en una medida que no han logrado los estudiosos anteriores. Como muestra el libro de Egger, también hay mucho margen para la investigación fuera del nexo Alemania-Namibia e incluso más allá del marco colonia-metrópoli en las dimensiones transnacionales o transcoloniales. Como han intentado hacer los tres autores, la incorporación de perspectivas no europeas a este análisis sigue siendo una de las tareas más importantes para los historiadores del colonialismo alemán, tanto en la investigación como en un compromiso continuo más amplio con el pasado colonial.

Footnotes

D.J. Walther, Sex and Control: Venereal Disease, Colonial Physicians, and Indigenous Agency in German Colonialism, 1884-1914 (Nueva York, 2015), p. 2.

Ibid.

Ibid, p. 4.

Ibid., p. 3.

Véase, por ejemplo, D. van Laak, Imperiale Infrastruktur: Deutsche Planungen für eine Erschließung Afrikas, 1880-1960 (Paderborn, 2004); G. Wright, The Politics of Design in French Colonial Urbanism (Chicago, IL, 1991); P. Rabinow, French Modern: Norms and Forms of the Social Environment (Chicago, IL, 1995).

Walther, Sex and Control, p. 5.

Ibid, p. 6.

Ibid., p. 5.

Ibid., pp. 59-60.

Ibid, p. 61.

Ibid., p. 63.

Ibid., p. 76.

Ibid, p. 123.

Ibid., p. 81.

Ibid., p. 110.

Ibid., p. 133.

Ibid., pp. 83-4.

Ibid, p. 116.

Ibid., pp. 123, 125.

U. Lindner, Koloniale Begegnungen: Deutschland und Großbritannien als Imperialmächte in Afrika, 1880-1914 (Fráncfort del Meno, 2011); J.-U. Guettel, ‘»Entre nosotros y los franceses no hay diferencias profundas»: El colonialismo y las posibilidades de un acercamiento franco-alemán antes de 1914’, Reflexiones históricas, xl (2014), pp. 29-46.

Cf. Walther, Sexo y control, p. 44.

Ibid., p. 2.

C. Egger, Transnationale Biographien: Die Missionsbenediktiner von St. Ottilien in Tanganyika, 1922-1965 (Colonia, 2016), p. 9.

Ibid., p. 10.

A.L. Stoler y F. Cooper, ‘Between Metropole and Colony: Rethinking a Research Agenda’, en eid., eds., Tensions of Empire: Colonial Cultures in a Bourgeois World (Berkeley, CA, 1997).

Egger, Transnationale Biographien, p. 11.

Véase, por ejemplo, D. Lambert y A. Lester, eds, Colonial Lives across the British Empire: Imperial Careering in the Long Nineteenth Century (Nueva York, 2006); C. Jeppesen, ‘»Sanders of the River, Still the Best Job for a British Boy»: Colonial Administrative Service Recruitment at the End of Empire’, Historical Journal, lix (2016), pp. 469-508.

Egger, Transnationale Biographien, p. 59.

Ibid, p. 33-4.

Ibid., cap. 5.

Ibid., p. 157.

Ibid, p. 56.

Ibid., pp. 51-2.

Ibid., p. 264.

Ibid, p. 77.

Ibid., p. 329.

Ibid., p. 333.

Ibid., p. 334.

F. Fischer, Griff nach der Weltmacht: die Kriegszielpolitik des kaiserlichen Deutschland, 1914/18 (Düsseldorf, 1961); H.-U. Wehler, Das deutsche Kaiserreich, 1871-1918 (Göttingen, 1973); A. Césaire, Discours sur le colonialisme (París, 1955); H. Arendt, The Origins of Totalitarianism (Nueva York, 1966); R. Gerwarth y S. Malinowski, ‘Hannah Arendt’s Ghost: Reflections on the Disputable Path from Windhoek to Auschwitz’, Central European History, xlii (2009), pp. 279-300.

S. Kuss, German Colonial Wars and the Context of Military Violence, tr. A. Smith (Cambridge, MA, 2017), pp. 2-3. Cf. B. Madley, ‘From Africa to Auschwitz: How German South-West Africa Incubated Ideas and Methods Adopted and Developed by the Nazis in Eastern Europe’, European History Quarterly, xxxiii (2005), pp. 429-64; J. Zimmerer, ‘Die Geburt des «Ostlandes» aus dem Geiste des Kolonialismus: Die nationalsozialistische Eroberungs- und Beherrschungspolitik in (post-)kolonialer Perspektive», Sozial.Geschichte, xix (2004), pp. 10-43; I. Hull, Absolute Destruction: Military Culture and the Practices of War (Ithaca, NY, 2005).

Kuss, German Colonial Wars, pp. 4-5.

Ibid., p. 9.

Ibid, p. 8.

Ibid., p. 42.

Ibid., pp. 56, 74.

Ibid, p. 74.

Ibid., p. 95.

Ibid., p. 116.

Ibid., p. 12.

Ibid., pp. 34-5.

Ibid., p. 108.

Ibid., p. 50.

Ibid, p. 138.

Ibid., p. 47; cf. p. 137.

Asamblea General de la ONU, Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, 9 dic. 1948, Naciones Unidas, Treaty Series, vol. lxxviii, p. 277, disponible en: http://www.refworld.org/docid/3ae6b3ac0.html (consultado el 18 de octubre de 2018); cf. K. Ambos, ‘What does «Intent to Destroy» in Genocide?’, Revista Internacional de la Cruz Roja, xci, n.º 876 (diciembre de 2009), pp. 833-58.

Kuss, German Colonial Wars, p. 290.

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