Mi ligera obsesión por esta fruta dulce y amarilla no me hace ningún favor en el departamento del baño. Por si no lo sabes, los plátanos pueden provocar estreñimiento. Así que, durante una semana, decidí cambiar mi plátano de una vez al día por una gran y jugosa manzana. Se supone que una manzana al día mantiene alejado al médico, pero, en realidad, lo que esperaba era que me mantuviera regular.
Lo mezclé entre manzanas Fuji y Honeycrisp. Me sorprendió. ¡Noté la diferencia desde el primer día! Sin entrar en demasiados detalles, tuve un viaje maravilloso al baño. No me sentí hinchada ni con gases por la fibra extra, algo que me preocupaba que pudiera ocurrir. Tampoco sentí esa incómoda presión en el abdomen por la necesidad de ir al baño.
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Clase FitSugar
Continué comiendo una manzana al día durante unos días, sólo para ver si ese primer día era una coincidencia. No lo fue. Cada vez que hacía de comer una manzana mi prioridad número uno, pasaba al número dos. Era así de sencillo. Estaba tan contenta de que mi sistema digestivo estuviera tan contento que seguí con mi experimento de la manzana durante dos semanas.
Además de ayudarme -ejem- a mantenerme en el camino, aunque una manzana contiene un poco menos de calorías que un plátano, también noté que comer una manzana me hacía sentirme llena durante más tiempo. ¿Otra ventaja? La dulzura del plátano a menudo me dejaba con ganas de dulces (¡hola, trocitos de chocolate en la nevera!), pero después de comer la manzana, la jugosidad dulce era suficiente.
Aunque definitivamente no voy a renunciar a mis queridos plátanos, este pequeño experimento me animó a cambiar mi fruta después del almuerzo. Además, ahora tengo un arma secreta cuando estoy estresada o de viaje. Si preveo que mi sistema digestivo va a estar un poco inestable, puedo comer una manzana, sabiendo que no tengo nada de qué preocuparme.