En todo el mundo hay aproximadamente 4.500 especies de cucarachas (también denominadas «cucarachas»), de las cuales unas 30 están asociadas a hábitats humanos. De ellas, tres son plagas bien conocidas: la cucaracha alemana Blattella germanica mide unos 15 mm de largo cuando está completamente desarrollada y es de color marrón claro, mientras que la cucaracha oriental Blatta orientalis es de color negro brillante y mide unos 25 mm de largo. La mayor de las tres es la cucaracha americana, Periplaneta americana, que es de color marrón oscuro y puede medir más de 30 mm.
Las cucarachas son insectos resistentes y pueden permanecer activas durante varios meses con poca o ninguna comida. Tienen cuerpos anchos y aplanados y cabezas relativamente pequeñas y son principalmente nocturnas y suelen huir cuando se exponen a la luz. Las cucarachas producen huevos en una cápsula en forma de cigarro llamada ooteca que la hembra deja caer antes de la eclosión. La duración del ciclo vital varía según la especie, pero en las cucarachas alemanas el desarrollo desde el huevo hasta el adulto dura de tres a cuatro meses y una hembra adulta puede producir de 300 a 400 crías a lo largo de su vida. Tanto las ninfas inmaduras como los adultos viven en el mismo hábitat (en comparación con las mariposas, por ejemplo, que tienen una fase de oruga separada). Las cucarachas orientales y americanas tienen una vida más larga; las americanas viven hasta 6 meses.
Estas tres especies de cucarachas son plagas, ya que tienden a vivir cerca de los seres humanos, especialmente cuando la manipulación de los alimentos y las normas de higiene son deficientes. Su capacidad para transportar pasivamente microbios como Escherichia coli y Salmonella typhi en sus superficies corporales y diseminar microbios en sus heces ha relacionado a las cucarachas con brotes de intoxicación alimentaria. Se sabe que las heces de las cucarachas provocan reacciones alérgicas y asma en los seres humanos. Aparte de las repercusiones sanitarias directas de tener cucarachas en lugares como casas, escuelas y hospitales, muchas personas tienen un profundo miedo a los insectos, y las cucarachas no son una excepción.
Las cucarachas pueden volverse adversas a los componentes no insecticidas de los cebos que se suelen utilizar para su control, por ejemplo, la glucosa. En este caso, las cucarachas no toman el cebo, pero siguen siendo susceptibles al insecticida. La sustitución del componente del cebo al que se han vuelto adversas puede restaurar la eficacia del cebo.