La serie de blogs del PCI explora ideas y temas bajo el paraguas del Programa de Comparación Internacional – incluyendo innovaciones en la recopilación de precios y datos, discusiones sobre el propósito y la metodología, así como el uso de las paridades de poder adquisitivo en el creciente mundo de los datos de desarrollo.Este blog ilustra el uso de los datos de precios subyacentes recogidos por el PCI, disponibles para los investigadores bajo petición. Se anima a los autores de todo el mundo, tanto a los profesionales del PCI como a los investigadores que utilicen los datos del PCI, a que envíen los blogs pertinentes para su consideración a .
Las dietas deficientes son ahora el factor de riesgo número 1 en la carga global de la enfermedad (GBD), y son responsables de una de cada cinco muertes en el mundo. El exceso de azúcar, grasa y carne roja aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, diabetes y cáncer, todas ellas mortales en etapas posteriores de la vida (sobre todo en los países con mayores ingresos). La escasez de frutas, verduras, productos lácteos, huevos, carne y pescado ricos en nutrientes se asocia con la emaciación, el retraso en el crecimiento y las deficiencias de micronutrientes en la primera infancia; todas ellas son causas de muerte en los primeros años de vida (sobre todo en los países de renta baja). Por lo tanto, las dietas deficientes están en el epicentro de una serie de problemas de salud en diversos lugares.
¿Es posible, sin embargo, que la naturaleza del sistema alimentario mundial cree problemas dietéticos diferentes en los países ricos y pobres por igual? Esa es la pregunta que nos hacemos en un nuevo artículo publicado en The Journal of Nutrition, en el que analizamos los precios de los alimentos para el consumidor de 657 productos en 176 países encuestados por el Programa de Comparación Internacional (PCI) del Banco Mundial.
La métrica que utilizamos para analizar el sistema alimentario mundial desde la perspectiva del consumidor es el «precio calórico relativo» de un determinado alimento. Tomemos como ejemplo los huevos: ¿cuánto cuesta una caloría de huevo en Níger en comparación con los alimentos básicos más importantes de ese país? Las calorías de huevo en Níger son 23,3 veces más caras que una caloría de un alimento básico, como el arroz o el maíz. En cambio, las calorías de los huevos en Estados Unidos son sólo 1,6 veces más caras que las de los alimentos básicos. El siguiente mapa ilustra cómo difiere este precio calórico relativo de los huevos en los distintos países.
Estos precios calóricos relativos tienen algunas propiedades interesantes. En primer lugar, reflejan el coste de la diversificación dietética (calórica) en un nivel de ingresos determinado. En segundo lugar, este cálculo calórico es coherente con el comportamiento observado de las poblaciones pobres, que parecen preocuparse mucho por comprar calorías baratas. Por último, estos precios calóricos relativos no tienen divisa, lo que permite realizar comparaciones entre países.
Nuestro análisis arroja un resultado sorprendente: A medida que los países se desarrollan, sus sistemas alimentarios mejoran a la hora de proporcionar alimentos más saludables a bajo precio, pero también mejoran a la hora de proporcionar alimentos más insalubres a bajo precio. De ahí que el problema en los países menos desarrollados sea que los pobres también viven en sistemas alimentarios deficientes: los alimentos ricos en nutrientes, como los huevos, la leche, las frutas y las verduras, pueden ser muy caros en estos países, lo que hace mucho más difícil la diversificación de los alimentos básicos escasos en nutrientes, como el arroz, el maíz y el pan. El problema en los países más desarrollados es bastante diferente: las calorías poco saludables se han convertido simplemente en una opción muy asequible. En EE.UU., por ejemplo, las calorías de los refrescos son sólo 1,9 veces más caras que las de los alimentos básicos y no requieren tiempo de preparación.
Estos patrones de precios son coherentes con la llamada transición nutricional: a medida que los países se desarrollan, las dietas se diversifican hacia alimentos más nutritivos (aunque a veces lentamente), pero también se diversifican hacia alimentos poco saludables como los refrescos. De hecho, nuestro estudio muestra que, incluso después de controlar factores de confusión como la renta per cápita, la educación y la urbanización, los precios calóricos relativos de los alimentos de origen animal se asocian positivamente con el retraso del crecimiento en la primera infancia. El gráfico siguiente ilustra que, en general, los precios más altos de la leche se correlacionan con una mayor prevalencia del retraso en el crecimiento, mientras que los precios relativos de los alimentos ricos en azúcar se asocian negativamente con la prevalencia de la obesidad (los precios más bajos del azúcar aumentan la obesidad).
¿Qué tiene el sistema alimentario mundial y el proceso de desarrollo económico que hace que el precio de los alimentos saludables y no saludables sea erróneo en tantos entornos? Parte de la respuesta está en los propios alimentos. El azúcar es muy denso en calorías; las verduras de hoja verde, no. El carácter perecedero también es muy importante. Los huevos y la leche fresca no pueden comercializarse fácilmente a larga distancia. Esto significa que los precios excepcionalmente altos de los huevos en Níger se derivan de la muy baja productividad de la producción de huevos en Níger: importar huevos baratos de Estados Unidos simplemente no es una opción. En el caso de los alimentos procesados, sospechamos que los precios dependen más de la demanda (¿hay un mercado suficientemente grande de comida basura en Níger?) y de la capacidad de los sectores manufactureros para producir alimentos procesados de forma rentable (la fabricación en África se enfrenta a muchos, muchos problemas).
Aunque estas conclusiones deberían ser intuitivas para los economistas bien versados en la «ley del precio único» (¡y sus violaciones!), el hecho de que los precios relativos de los alimentos difieran de forma tan marcada y sistemática proporciona una justificación muy sólida para las políticas alimentarias centradas en la nutrición.
Cortar la brecha alimentaria saludable entre los países ricos y los pobres requiere inversiones más diversificadas en I+D agrícola para mejorar la productividad de los alimentos ricos en nutrientes -una implicación importante para el CGIAR-, así como mejoras en la infraestructura y el entorno empresarial más amplio.
El coste bajo y decreciente de los alimentos poco saludables es una cuestión mucho más complicada de abordar: los impuestos sobre los alimentos poco saludables pueden ser una solución, pero el abaratamiento calórico de los azúcares y los aceites/grasas es inmenso, y sospechamos que podría haber más tracción en la educación nutricional y las regulaciones del lado de la oferta, como el etiquetado de los alimentos.
Sin embargo, una cosa es segura: reducir la inmensa carga sanitaria mundial que suponen las dietas deficientes será un reto enorme en el siglo XXI, y arreglar el sistema alimentario mundial debe estar en el centro de los esfuerzos para afrontar este reto.