Normalmente el término sexo viene asociado al de placer. Es inevitable. Si no es así, deberías hacer todo lo posible para que lo fuera. Los sexólogos demuestran que tiene muchos beneficios para la salud mental y física, y hay algunos que hasta se atreven a decir que han perdido unos cuantos kilos gracias a su frenética actividad sexual. Sea como fuere, dar rienda suelta al deseo que sientes hacia otra persona es una de las cosas que mejor nos hacen sentir. Sin embargo, hay experiencias que mejor no convendría repetir, o al menos, tener más cuidado para la próxima vez.
Una actividad muy placentera hasta que te haces daño. Ha pasado más de una vez. En el sexo, al margen de hormonas y felicidad, existen mordeduras, lesiones, sequedad en las zonas íntimas y de vez en cuando alguna que otra rotura difícil de imaginar en partes demasiado sensibles. Si lo practicas con mucha frecuencia más vale que nunca te ocurra.
Nos excitamos tanto en la ducha que acabé cayendo de culo y ella sobre mí. Me dolió durante una semana
Por ello, lee con atención las confesiones que ha recopilado la revista masculina ‘Men’s Health’ en un artículo con testimonios de personas cuya noche de pasión acabó verdaderamente mal.
Esas uñas…
«Estaba teniendo relaciones sexuales con mi novia y todo terminó con dolor», narra Justin. «Tenía las uñas de las manos demasiado largas y afiladas. Se puso tan agresiva que terminó arañándome la espalda tan fuerte que me hizo sangrar. Me dolió muchísimo. Cada vez que tocaba mi espalda, intentaba por todos los medios apartarle el brazo, pero era imposible. No lo entendía. Solo hasta que vio la sangre con sus propios ojos dejó de hacerlo».
Un mordisco
A veces la emoción se va por otros derroteros nada agradables. En el delicado mundo de las felaciones puede pasar de todo. «Una chica me estaba practicando sexo oral cuando a los pocos segundos empezó a morderme», cuenta Dan. «No se trataba de un leve mordisquito, lo que tambíen me haría daño, sino que parecía que tenía la misión de masticar hasta el final mi miembro. No sé si pensaba que me estaba dando placer, pero estaba claro que no, y yo la aparté como pude y me fui».
Caerse de culo
Muchas parejas escogen como centro de operaciones el cuarto de baño. Y de todos es sabido que hacerlo mientras te cae agua por encima es una experiencia más que agradable que puede aumentar potencialmente tus niveles de placer. Eso es lo que debió pensar Patrick y su novia cuando se decantaron por hacerlo en la ducha. Sin embargo, la situación no acabó nada bien. «Nos calentamos tanto que acabé resbalando y me caí de culo», relata.
Usó tanto hielo que mi pene se puso demasiado frío y se entumeció
«Fue muy doloroso. Después, se cayó ella también. Además, lo hizo encima mío, por lo que recibí el doble de dolor del que cabría esperar. Afortunadamente, no me rompí ningún hueso, pero tuve molestias hasta una semana después del incidente».
¡Nada de anillos!
Seguramente más de una vez hayáis practicado sexo con una persona con múltiples joyas por su cuerpo, en especial, anillos. Pues bien, se supone que habría que hacerlo con delicadeza, de lo contrario, el metal acabará con toda la magia, como le pasó a a Alexander, el protagonista de esta historia. «Tenía anillos realmente gordos y me estaba masturbando a un ritmo cada vez más fuerte. Hasta que me empezó a dolor. Duró más bien poco, pero fue una de las peores sensaciones que he tenido en la cama».
Pene congelado
Si quieres añadir más placer a tus juegos eróticos, muchos sexólogos aconsejan incluir determinados elementos en la relación. Uno de los más conocidos es el hielo. El contraste entre el calor de la piel y el frío de su superficie puede ser una auténtica delicia para cualquier tipo de amante, pero más vale que tengas cuidado. «Usó tanto hielo que mi pene se puso demasiado frío, hasta que se me entumeció», confiesa Asher. «El dolor me duró unos minutos, pero me sirvió para saber que ya no quiero volver a probarlo».
¡Para! ¡Para! ¡Para!
«Siempre me gustó complacerla». Así comienza la historia de Robert, quien como cualquier otro chico afincado en la era postindustrial del sexo, sufría inseguridades al respecto de su duración en la cama. Con el objetivo de no decepcionarla, siguió y siguió a pesar de que su pene quedó muy sensible después de haber eyaculado. Ella tampoco hizo nada por parar y esperar a su compañero. «Siguió ahí arriba cuando terminé y lo notaba todo bastante áspero y frío. Le dije que necesitaba algo de tiempo, pero ella pensó que estaba bromeando y no paró».