- Acerca de los autores
- Abstract
- El impacto de la incontinencia urinaria en los adultos mayores y sus cuidadores
- Tipos y causas de la IU
- Consecuencias de la infradeclaración y el infratratamiento
- Acceder al tratamiento
- Evaluación de la gravedad de la IU y su impacto en la calidad de vida
- Estrategias de manejo con sentido común
- Conclusión
Acerca de los autores
Kevin R. Emmons, DrNP, CRNP, AGPCNP-BC, CWCN
Profesor Asistente Clínico
Joanne P. Robinson, PhD, RN, GCNS-BC, FAAN
Decana y profesora
Escuela de Enfermería-Camden
Rutgers, The State University of New Jersey
311 N 5th Street, Armitage Hall
Camden, NJ 08102
Kevin R. Emmons, DrNP, CRNP, AGPCNP-BC, CWCN
Joanne P. Robinson, PhD, RN, GCNS-BC, FAAN
Abstract
La incontinencia urinaria es un problema frecuente entre los adultos mayores, pero muchos nunca buscan tratamiento. La incontinencia urinaria puede conducir a cargas físicas, psicosociales y económicas injustificadas tanto para los adultos mayores como para sus cuidadores. En este artículo se revisará el impacto de la incontinencia urinaria en la calidad de vida de los adultos mayores y sus cuidadores. Se abordarán consideraciones sobre la evaluación y los cuidados.
El impacto de la incontinencia urinaria en los adultos mayores y sus cuidadores
La incontinencia urinaria (IU), la queja de cualquier pérdida involuntaria de orina (Abrams et al., 2010), es un problema bien documentado en los Estados Unidos y en todo el mundo. El impacto de la IU se extiende desde el coste de la atención hasta la calidad de vida. La prevalencia de la IU es mayor entre los adultos mayores, con algunas estimaciones de hasta el 60% (DuBeau, Kuchel, Johnson II, Palmer, & Wagg, 2010; Griebling, 2009; Ko, Lin, Salmon, & Bron, 2005). La evidencia sugiere que la IU es más prevalente en las mujeres hasta los 80 años de edad; después, las tasas de IU en hombres y mujeres son similares (Khandelwal & Kistler, 2013).
A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos 20 años para educar a los proveedores de atención médica y al público sobre la salud de la vejiga, muchos todavía creen que la IU es una parte normal del proceso de envejecimiento. Por ello, un número considerable de adultos mayores con IU nunca busca ni recibe tratamiento (Ko et al., 2005). No hacer nada con respecto a la IU puede suponer un coste físico, psicosocial y económico innecesario para las personas afectadas, sus seres queridos y sus cuidadores. En este artículo se revisan: los tipos y las causas básicas de la IU; las consecuencias asociadas a la falta de notificación y de tratamiento; los consejos para acceder a un tratamiento adecuado; la evaluación de la gravedad de la IU y su impacto en la calidad de vida; y las estrategias de gestión con sentido común.
Tipos y causas de la IU
Hay dos tipos básicos de IU: aguda (transitoria) y crónica (persistente). La IU aguda se caracteriza por una aparición relativamente repentina y suele ser reversible. Los clínicos han utilizado durante mucho tiempo la nemotecnia, DIAPPERS (Resnick & Yalla, 1985), para recordar las causas más comunes de IU aguda:
- Delirio
- Infección (por ejemplo, infección del tracto urinario)
- Uretritis atrófica o vaginitis
- Fármacos (por ejemplo, diuréticos, anticolinérgicos, bloqueadores de los canales de calcio, narcóticos, sedantes, alcohol)
- Trastornos psicológicos (especialmente depresión)
- Trastornos endocrinos (por ejemplo, insuficiencia cardíaca, diabetes no controlada)
- Movilidad restringida (por ejemplo, hospitalización, barreras ambientales, restricciones)
- Impactación de heces
La búsqueda de una o más de las causas anteriores de IU aguda es el primer paso en el tratamiento de cualquier nueva aparición de pérdidas involuntarias de orina. La continencia suele recuperarse una vez que se identifican y abordan las causas subyacentes.
La IU crónica implica problemas persistentes asociados con el almacenamiento y/o la evacuación de la orina. En la tabla 1 se describen los tipos de IU crónica que se observan con frecuencia en los adultos mayores, entre los que se incluyen: IU de urgencia, de esfuerzo, mixta, de desbordamiento y funcional. (Griebling, 2009; Holroyd-Leduc, Tannenbaum, Thorpe, & Straus, 2008).
Consecuencias de la infradeclaración y el infratratamiento
La IU es notoria por sus efectos negativos en las dimensiones físicas y psicosociales de la calidad de vida relacionada con la salud. (Ko et al., 2005). Las afectadas por múltiples tipos de IU corren un mayor riesgo. Por ejemplo, las mujeres que padecen una IU mixta informan de que el impacto en la calidad de vida es más del doble que el de las que sólo padecen una IU por estrés (Frick et al., 2009). Sin embargo, en las mujeres mayores, los datos indican que la calidad de vida se ve más afectada por la gravedad de los síntomas que por el tipo de IU (Barentsen et al., 2012). En un estudio, el impacto de la IU moderada era similar al de la diabetes, la hipertensión o el cáncer, y el impacto de la IU grave era similar al de un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular (Robertson et al., 2007). Así pues, la gravedad de la IU afecta proporcionalmente a la calidad de vida y no se puede subestimar el potencial de consecuencias físicas y psicosociales negativas.
Consecuencias físicas. Las consecuencias físicas de la IU son tanto directas como indirectas. La IU es un indicador temprano de fragilidad en los adultos mayores (DuBeau et al., 2010). La IU se asocia con un aumento del deterioro funcional y del ingreso en residencias de ancianos, y con un aumento del doble de las caídas, (Goode, Burgio, Richter, & Markland, 2010). La exposición recurrente de la piel a la orina aumenta el riesgo de desarrollar dermatitis, infecciones cutáneas, hongos, picores y úlceras por presión (Farage, Miller, Berardesca, & Maibach, 2007). Aunque la IU por sí sola puede no causar dolor, puede exacerbar e intensificar la percepción del dolor relacionado con otras afecciones (Ko et al., 2005). Las consecuencias físicas de la IU suelen desencadenar malestar psicosocial en forma de ansiedad, vergüenza, retraimiento social y depresión. Por ejemplo, los adultos mayores con IU suelen restringir su participación en actividades sociales debido a la preocupación por el olor, el fracaso de los productos absorbentes o las molestias relacionadas con los problemas de la piel. A medida que avanza el retraimiento social, la depresión se convierte en un riesgo importante.
Consecuencias psicosociales. La evidencia sugiere que los adultos mayores con IU tienen una visión negativa de su estado de salud general (Ko et al., 2005). La depresión, la pérdida de interés y el aislamiento social son comunes (Huang et al., 2006; Ko et al., 2005). Un estudio descubrió que el bienestar emocional, en particular la ansiedad, la frustración y la vergüenza, eran comunes entre los adultos mayores con IU (Teunissen, Van Den Bosch, Van Weel, & Lagro-Janssen, 2006). Para muchos, el miedo a los accidentes se convierte en una barrera para la vida cotidiana. Es habitual que las personas con IU planifiquen paradas frecuentes para ir al baño cuando salen; si hay incertidumbre sobre la disponibilidad de instalaciones sanitarias, a menudo se abandonan los viajes. También se sabe que la IU perjudica la calidad de vida relacionada con la función sexual (Sen et al., 2006), lo que afecta tanto a la persona con IU como a su cónyuge/pareja.
Consecuencias para el cuidador. Aunque no se ha estudiado ampliamente, la literatura sugiere que la IU tiene un impacto negativo sustancial en los cuidadores. En un estudio, el tiempo y el coste de los cuidados en el hogar fueron significativamente mayores para los adultos mayores con IU que para sus homólogos continentales (Langa, Fultz, Saint, Kabeto, & Herzog, 2002). Otro estudio encontró que los cuidadores reportaron problemas con el cambio de roles, el sueño, las finanzas, la intimidad y el aislamiento social, así como las emociones negativas como la vergüenza (Cassels & Watt, 2003). Por último, la carga de cuidar a los adultos mayores con IU puede ser un factor de riesgo para el ingreso en un hogar de ancianos (DuBeau et al., 2010), generalmente un resultado temido y angustioso para todas las partes y a menudo una intensa fuente de culpa para los cuidadores.
Acceder al tratamiento
Mejorar la calidad de vida de los adultos mayores con IU requiere trabajar con un profesional sanitario cualificado para eliminar o mitigar los síntomas. Hacer menos es una oportunidad perdida para el alivio de los síntomas, la salud de la vejiga y una calidad de vida óptima. Los cuidados que se improvisan sin el asesoramiento y la supervisión de un profesional cualificado pueden provocar complicaciones.
Superar las ideas erróneas populares sobre la IU entre los adultos mayores, sus familias y sus cuidadores es un paso inicial crucial en el proceso de búsqueda de tratamiento. Por ejemplo, las mujeres suelen considerar la IU más como una cuestión de higiene que como un problema médico legítimo y, por lo tanto, descartan la idea del tratamiento (Huang et al., 2006). El siguiente paso es encontrar al profesional sanitario adecuado. Los médicos, las enfermeras de práctica avanzada o los fisioterapeutas que ofrecen tratamiento conservador para la IU (es decir, tratamientos conductuales y farmacológicos) son buenos proveedores de primera línea. La Asociación Nacional para la Continencia tiene una excelente página web dedicada a poner en contacto a los consumidores con expertos clínicos geográficamente convenientes (https://www.nafc.org/home/find-an-expert/).
Evaluación de la gravedad de la IU y su impacto en la calidad de vida
Evaluar la gravedad de la IU y su impacto en la calidad de vida es un componente crítico de la evaluación de cada nuevo paciente con IU. Afortunadamente, hay una serie de herramientas disponibles para ayudar a los clínicos a cuantificar los síntomas y la calidad de vida que impone la IU. Los puntos de referencia numéricos que proporcionan estas herramientas son útiles tanto para los médicos como para los pacientes, ya que permiten aclarar la situación de partida y detectar los cambios a lo largo del tiempo a medida que avanza el tratamiento. Las herramientas también pueden ayudar a identificar síntomas específicos y problemas de calidad de vida que pueden ser objeto de intervención, como la mejora de la participación en actividades sociales o el aprendizaje de habilidades de afrontamiento orientadas a los problemas para reducir la preocupación y la frustración por los accidentes.
La mayoría de los médicos utilizan herramientas desarrolladas con fines de investigación, ya que ofrecen una garantía razonable de fiabilidad y precisión. Aunque existe una variedad de herramientas para medir la gravedad de la IU y el impacto en la calidad de vida, todas se centran en los individuos con IU y no en los cuidadores.
Herramientas seleccionadas. La gravedad de la IU puede medirse directamente mediante el uso de un pad test, o indirectamente mediante el uso de un cuestionario. El pad test consiste en calcular la cantidad de orina perdida durante un período de 24 horas a partir del peso de las almohadillas absorbentes utilizadas por el individuo durante ese período. El tiempo de uso se fija en dos horas y se registra el peso de las compresas antes y después de usarlas. La diferencia entre los pesos de las compresas secas y húmedas corresponde a la cantidad de orina perdida en mililitros. Aunque las pruebas con compresas son una buena opción para medir la IU cuando se desea precisión o cuando la cumplimentación de un cuestionario es un reto, pueden resultar gravosas tanto para las personas con IU como para sus cuidadores. Por este motivo, los médicos suelen sustituir la prueba de la compresa por un recuento de compresas de 24 horas autodeclarado. Al hacerlo, lo que se gana en viabilidad debe equilibrarse con lo que se pierde en fiabilidad y precisión, ya que el uso de compresas puede variar considerablemente en función de circunstancias como la disponibilidad y el coste de los productos absorbentes, la cantidad de pérdidas, la accesibilidad del cuidador y las preferencias individuales.
La gravedad de la IU también puede medirse indirectamente mediante el uso de un cuestionario. La cumplimentación de un cuestionario requiere una cognición intacta, ya que la mayoría desaconseja la cumplimentación por parte de un apoderado (p. ej., cuidador, cónyuge, amigo). El Urogenital Distress Inventory-6 (UDI-6) (Uebersax, Wyman, Shumaker, & McClish, 1995) es el instrumento de elección para medir la presencia y la gravedad percibida de los síntomas del tracto urinario inferior, incluyendo la IU (Dowling-Castronovo, 2013). Como se muestra en la Tabla 2, la herramienta consta de seis ítems que corresponden a síntomas comunes del tracto urinario inferior. Se solicitan valoraciones sobre la presencia y las molestias asociadas a cada síntoma en una escala de 0 (ninguna molestia) a 3 (muy molesto). El UDI-6 es sensible al cambio y puede evaluar la eficacia del tratamiento y las estrategias de gestión. El cuestionario y las instrucciones de puntuación están disponibles en línea para su uso en la práctica clínica en https://consultgerirn.org/uploads/File/trythis/try_this_11_2.pdf.
La calidad de vida es una noción subjetiva; como tal, siempre se mide por autoinforme. El Cuestionario de Impacto de la Incontinencia-7 (IIQ-7) (Shumaker, Wyman, Uebersax, McClish, & Fantl, 1994) es el instrumento de elección para medir el impacto específico de la IU en la calidad de vida (Dowling-Castronovo, 2013). Como se muestra en la Tabla 3, el instrumento consta de siete ítems que corresponden a actividades en cuatro dominios de la calidad de vida: actividad física, viajes, salud emocional y actividades sociales. Se solicitan valoraciones sobre el impacto de la IU en cada actividad en una escala de 0 (nada) a 3 (mucho). La evidencia apoya la validez, fiabilidad y sensibilidad del IIQ-7. El IIQ-7 y el UDI-6 suelen administrarse simultáneamente. La puntuación y el acceso son los mismos para ambos, lo que facilita su aplicación sin problemas.
Estrategias de manejo con sentido común
Se dispone de una variedad de intervenciones conductuales y farmacológicas para tratar la IU en adultos mayores. Todos son enfoques conservadores que se administran mejor por profesionales de la salud calificados con experiencia en el tratamiento y manejo de la IU, y todos ofrecen una excelente oportunidad de eliminar o mitigar significativamente las pérdidas. Si no se consiguen los resultados deseados con las intervenciones conductuales y farmacológicas, existe una gran cantidad de tratamientos mínimamente invasivos a los que se puede acceder a través del profesional de la salud especializado en continencia, ya sea directamente o por derivación.
Mientras tanto, la prevención de accidentes, especialmente en público, es una prioridad importante para los adultos mayores con IU. Los productos absorbentes adecuados, el conocimiento de las instalaciones sanitarias, la ropa de fácil acceso, la ropa de repuesto y la organización de la ingesta de líquidos y las actividades en torno a un programa de micción planificado son estrategias de sentido común que pueden discutirse con el profesional de la salud de la continencia e incorporarse a un plan de atención integral (Teunissen et al., 2006). Los cuidadores afirman que la información práctica, los suministros de precio moderado, el descanso y el apoyo financiero y social ayudarían a reducir la carga asociada al cuidado de un ser querido con IU (Cassels & Watt, 2003).
Conclusión
La IU no es una parte normal del envejecimiento; sin embargo, los adultos mayores son propensos al desarrollo de IU tanto aguda como crónica. La IU a menudo no se reconoce como un problema médico y no es tratada por los proveedores de atención médica. En consecuencia, la IU puede tener un profundo impacto en la calidad de vida de los adultos mayores y sus cuidadores. Las consecuencias físicas y psicosociales de la IU no tratada son comunes. Reconocer los síntomas y buscar el tratamiento adecuado son pasos necesarios para mejorar la calidad de vida.