Existe un amplio espectro de gravedad en los pacientes con hemorragia pulmonar con un rango que va desde la hemoptisis leve hasta la hemorragia grave con riesgo agudo de asfixia. Para el manejo de la hemorragia pulmonar aguda, es esencial identificar la causa subyacente para iniciar una terapia orientada o causal. Las causas más comunes de hemorragia pulmonar localizada son el cáncer de pulmón, así como las infecciones, la terapia anticoagulante o las bronquiectasias. La hemorragia alveolar difusa se debe sobre todo a la vasculitis pulmonar o a la enfermedad del tejido conectivo, pero también puede producirse en las metástasis pulmonares, la insuficiencia cardíaca congestiva, los trastornos de la coagulación y por muchas otras causas. En un caso de hemorragia pulmonar grave es esencial asegurar las vías respiratorias y garantizar una ventilación suficiente, es decir, mediante la intubación con un tubo endotraqueal de doble luz y la colocación adecuada del paciente. Es fundamental estabilizar la hemodinámica. Simultáneamente, se llevan a cabo medidas diagnósticas básicas, es decir, pruebas de laboratorio adecuadas, radiografía de tórax, tomografía computarizada de tórax y broncoscopia. La hemorragia pulmonar localizada suele requerir un tratamiento local, como la terapia broncoscópica, la embolización de la arteria bronquial o la cirugía. La hemorragia alveolar difusa debe tratarse de forma sistémica, es decir, mediante terapia inmunosupresora en casos de vasculitis o mediante tratamiento médico de los trastornos de la coagulación. Incluso con un tratamiento interdisciplinario óptimo, la mortalidad intrahospitalaria de las hemorragias pulmonares graves sigue siendo elevada. Existe un riesgo significativo de hemorragia recurrente dependiendo de la causa de la hemorragia. En los pacientes con hemoptisis «criptogénica» hay una mayor tasa de cáncer de pulmón en los años siguientes y se recomienda el seguimiento de estos pacientes.