Antecedentes: El verapamilo es actualmente el mejor fármaco profiláctico disponible para los pacientes que experimentan cefaleas en racimos (CHs). Los artículos publicados suelen indicar que entre 240 y 480 mg tomados en tres dosis divididas dan buenos resultados, que oscilan entre el 50% y el 80%; otros mencionan dosis más altas: 720, incluso 1200 mg al día. En la práctica clínica, hemos comprobado que es necesario adaptar la dosis al momento en que se producen los ataques de cada persona, en particular administrando dosis más altas antes de acostarse para suprimir los episodios nocturnos graves. Algunos sólo necesitaban 120 mg diarios. Por lo tanto, desarrollamos un esquema de aumento constante y progresivo del fármaco hasta lograr un control satisfactorio.

Objetivo: Encontrar la dosis mínima de verapamilo necesaria para prevenir las cefaleas en racimo episódicas y crónicas, supervisando a cada individuo y ajustando la dosis en consecuencia.

Métodos: Los pacientes consecutivos con CH episódicas o crónicas (que satisfacen los criterios de la Sociedad Internacional de Cefaleas (IHS)) empezaron a recibir verapamilo 40 mg por la mañana, 80 mg a primera hora de la tarde y 80 mg antes de acostarse. Los pacientes llevaron un diario de todos los ataques, registrando las horas de inicio, la duración y la gravedad. Se les aconsejó, verbalmente y por escrito, que añadieran 40 mg de verapamilo en días alternos, dependiendo del momento en que se produjeran los ataques: con los episodios nocturnos, el primer aumento fue la dosis de la noche y el siguiente la de la tarde; cuando los ataques se producían al levantarse o poco después, se aconsejó poner un despertador 2 horas antes de la hora habitual de levantarse y luego tomar la medicación. Se realizó un seguimiento de los pacientes a intervalos semanales hasta el control de los ataques. También se les revisaba cuando terminaba un periodo de cluster, y se les aconsejaba continuar con la misma dosis durante 2 semanas más antes de comenzar la reducción sistemática. Los pacientes con racimos crónicos fueron revisados con la frecuencia necesaria.

Resultados: Setenta pacientes consecutivos, 52 con cefaleas episódicas durante periodos de cluster y 18 con cefaleas crónicas, fueron todos tratados con verapamilo como se ha indicado anteriormente. Se obtuvo un alivio completo de las cefaleas en 49 (94%) de los 52 con CH episódica, y en 10 (55%) de los 18 con CH crónica; la mayoría necesitó entre 200 y 480 mg, pero 9 en el grupo episódico, y 3 en el crónico, necesitaron entre 520 y 960 mg para su control. Diez, 2 en el grupo episódico y 8 en el crónico, con un alivio incompleto, necesitaron un tratamiento adicional: litio, sumatriptán o valproato sódico. Una paciente se retiró porque el verapamilo le producía demasiado cansancio, otra desarrolló el síndrome de Stevens-Johnson y se le retiró el fármaco.

Conclusiones: Siempre que la dosis para cada individuo sea adecuada, la prevención de la CH con verapamilo es altamente eficaz, tomada tres (ocasionalmente con dosis más altas, cuatro) veces al día. En la mayoría (94%) de los casos de crisis episódica, el aumento constante de la dosis bajo supervisión suprimió totalmente los ataques. Sin embargo, en la variedad crónica sólo el 55% se alivió completamente, el 69% hombres, pero sólo el 20% mujeres. En ambos grupos, para los que presentaban una supresión parcial de los ataques, fue necesario administrar fármacos profilácticos adicionales o un tratamiento agudo.

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