Las tasas de obesidad en el mundo han aumentado considerablemente en las últimas tres décadas, lo que ha provocado un aumento de la diabetes, la artritis y las enfermedades cardíacas. Cuanto más entendamos las causas de la obesidad y cómo prevenirla, mejor.
Estamos interesados en comprender la alimentación impulsada por la recompensa. Los experimentos de laboratorio han demostrado que las personas obesas se sienten menos recompensadas por la comida que las personas delgadas. Queríamos saber si esto era cierto cuando las personas se encontraban en un entorno más natural, es decir, en su vida cotidiana.
Para nuestro estudio, desarrollamos una aplicación para teléfonos inteligentes con el fin de registrar los patrones espontáneos de deseo y gusto por la comida a medida que se producían.
Los participantes utilizaron la aplicación para puntuar la intensidad (en una escala de 0 a 10) de lo mucho que deseaban la comida cada vez que se les ocurría, independientemente de si comían o no. Si comían, valoraban la intensidad de lo que les gustaba la comida (de 0 a 10), justo después de comer. La aplicación también registraba la hora en que los participantes comían y el tiempo que tardaban en hacerlo.
Los participantes utilizaron la aplicación continuamente durante dos semanas. También rellenaron un cuestionario sobre sus ansias de comer y su actitud ante la comida, y se les tomaron diversas medidas (como la altura, el peso y la composición corporal).
Los participantes se agruparon según su grasa corporal. De los 53 participantes, 20 tenían un peso saludable y 33 eran obesos. Nuestro análisis mostró que los participantes obesos informaron de un número ligeramente menor de eventos de deseo de comer al día: una media de cinco, en comparación con seis en el grupo de peso saludable.
Ambos grupos se resistieron más o menos a la misma proporción de eventos de deseo de comida (30%). Y la duración de los tiempos de comida fue más o menos la misma: unos 18 minutos.
La intensidad del deseo de comer del grupo de obesos no fue significativamente diferente del deseo de comer del grupo de peso saludable, lo que demuestra que las personas obesas no tienen episodios de deseo de comer más frecuentes o intensos.
Sin embargo, los participantes obesos informaron de un deseo de comida significativamente menos intenso que los participantes de peso saludable, lo que revela que disfrutaban o se sentían menos recompensados por la comida que comían. Hubo una fuerte correlación entre los eventos de deseo y los rasgos de antojo medidos por el cuestionario, que no se observó en los participantes de peso saludable. Así, los participantes obesos mostraron que su decisión de comer estaba fuertemente impulsada por los antojos y no por el hambre.
En el grupo de peso saludable, la intensidad del deseo de comida cuando las personas resistieron la tentación fue menor que cuando el deseo fue seguido por la comida, como cabría esperar. Y las puntuaciones de agrado eran altas después de comer. Esto sugiere que, en las personas con peso saludable, la decisión de comer o no comer se basa en la intensidad del deseo, y que el disfrute de la comida apoyó la decisión de comer.
Este patrón, sin embargo, no se observó en el grupo obeso. Su decisión de comer, o no, no parecía estar impulsada por la intensidad del deseo consciente, y su satisfacción con la comida no apoyaba su decisión de comer. La motivación emocional en relación con los antojos parece ser más influyente en las decisiones de comer en las personas obesas que en las de peso saludable.
Recompensa, no hambre
Estamos expuestos a señales de comida muchas veces al día, en particular a señales de alimentos muy apetecibles con alto contenido de azúcar y grasa. Gran parte de nuestra alimentación se basa en la recompensa, no en el hambre. Algunos estudios de imágenes cerebrales han sugerido que las personas obesas responden más a las señales de comida, pero pueden responder menos al consumo de alimentos. Nuestro estudio es importante para demostrar esta deficiencia de recompensa en la vida diaria.
La falta de recompensa podría contribuir a comer en exceso, ya que podría dar lugar a una mayor cantidad de alimentos que se comen en un intento de compensar la falta de disfrute. Para ayudar a las personas a controlar su peso, es necesario prestar más atención al valor de recompensa de la alimentación.