Sabemos que los bebés prefieren los sonidos agudos producidos por sus cuidadores en el «lenguaje de bebé» en lugar del habla normal, pero un nuevo estudio ofrece una nueva y emocionante perspectiva. A los cinco meses de edad, parece que los bebés prefieren escuchar los sonidos de sus compañeros a los arrullos de su madre.
Investigadores de la Universidad de Quebec comprobaron la preferencia de los bebés por distintos interlocutores utilizando un sintetizador de voz especializado. Pudieron simular los efectos del tracto vocal humano -las cuerdas vocales, la lengua y la boca- para crear vocales con diferente tono y resonancia, representando vocales producidas por tractos vocales de diferentes tamaños.
El aparato permitió a los investigadores comparar las respuestas de los bebés a las vocales producidas por niños de su edad, así como a las vocales típicas del habla de una mujer adulta. Probaron las respuestas de los bebés a diferentes sonidos vocálicos entrenándoles para que miraran hacia o desde una imagen de tablero. Con sólo girar la cabeza, los bebés indicaban qué sonidos preferían.
Los resultados fueron sorprendentes. Los niños de cinco meses escucharon las vocales infantiles durante un 40% más de tiempo que las vocales adultas, mostrando una clara preferencia por las vocales que se acercaban a los sonidos que ellos mismos producen.
Estos hallazgos suponen un nuevo punto de vista sobre el aprendizaje temprano del lenguaje por parte de los bebés. Muchas de las investigaciones existentes se centran en el efecto del habla de los padres en el desarrollo del lenguaje; por ejemplo, cómo las palabras producidas en un tono más alto captan la atención de los bebés con más facilidad y pasan a conformar su vocabulario temprano. Y no se puede negar que el habla de los bebés es importante para su desarrollo. Los bebés que escuchan más palabras agudas de sus cuidadores tienen un mayor vocabulario a los dos años y un mayor coeficiente intelectual a los siete años.
El habla enseña a los bebés a hablar
Pero aunque los bebés prefieren escuchar el habla de los adultos cuando se produce en un tono más alto, la preferencia por las vocalizaciones infantiles por encima de esto podría tener importantes implicaciones para el aprendizaje del lenguaje muy temprano. Los autores del estudio proponen que podría motivarles a vocalizar más en los primeros meses de vida, lo que podría promover la transición a la producción de balbuceos pocos meses después.
El balbuceo es la aparición de sílabas repetidas similares a las del lenguaje, compuestas por una o dos consonantes «favoritas», como «bababa». Y ahora sabemos que es un importante indicio de la capacidad lingüística posterior. Un inicio más temprano del balbuceo estable conduce a una producción más temprana de palabras y a un mayor vocabulario en los dos primeros años de vida. Teniendo esto en cuenta, la preferencia implícita de los bebés por sus propias vocalizaciones podría ser un factor importante en su camino hacia el pleno uso del lenguaje.
Este no es el primer estudio que sugiere que las propias vocalizaciones de los bebés pueden desempeñar un papel importante en el aprendizaje del lenguaje. La percepción de las consonantes producidas en su propio balbuceo puede ayudar a los bebés a filtrar el flujo del habla en algo más manejable.
Los estudios han demostrado que los bebés prefieren escuchar palabras que coincidan con los sonidos producidos en su balbuceo. Por ejemplo, un bebé que produce muchos sonidos «bababa» preferirá palabras inventadas que contengan «b», como «bapeb», «pabep» y «pobep». Esto es similar al «efecto cóctel», en el que incluso en una habitación ruidosa podemos distinguir las palabras que son más relevantes para nosotros, como nuestro nombre o la ciudad donde vivimos.
De la misma manera, la atención de los bebés se dirige a las palabras que coinciden con los sonidos que producen con más frecuencia, lo que les ayuda a elegir las palabras del flujo de habla que es más probable que puedan producir. No es casualidad que las primeras palabras de los bebés tengan cualidades similares a las del balbuceo: «mamá», «papá», «bebé» y palabras onomatopéyicas como «baa baa» y «woof woof».
La importancia de la percepción de los bebés de sus propias vocalizaciones está respaldada por la investigación sobre los bebés sordos. Los estudios sobre bebés sordos han demostrado que balbucean, pero que empiezan a balbucear mucho más tarde que los bebés oyentes.
Sin retroalimentación sobre su propia producción de balbuceos, los bebés sordos suelen dejar de balbucear a los pocos meses. Estos estudios nos han permitido reconstruir una imagen más completa de cómo surge el lenguaje humano, teniendo en cuenta la importancia de la vocalización de los bebés mucho antes de que produzcan su primera palabra.
Los bebés aprenden del mundo de los adultos que les rodea, pero también aprenden de sus propias vocalizaciones tempranas. Estos nuevos hallazgos sugieren que esto comienza mucho antes de lo que pensábamos. Tal vez la producción del lenguaje no empiece con las palabras, ni siquiera con el balbuceo, sino con vocalizaciones que comienzan mucho antes de que se produzcan los primeros sonidos similares al habla.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Lea el artículo original.