El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, también llamado Milagro de los Andes, se estrelló en la Cordillera de los Andes en Argentina el 13 de octubre de 1972. Los pocos supervivientes tuvieron que soportar las brutales condiciones de los Andes durante los siguientes setenta y dos días.
Para cuando fueron rescatados, sólo dieciséis de las cuarenta y cinco personas que iban a bordo del avión acabaron sobreviviendo. ¿Cómo lograron sobrevivir tanto tiempo? Con un poco de ayuda de sus amigos, por supuesto. (Lo siento.)
El desastroso accidente
Después de que el inexperto piloto descendiera demasiado pronto, el Fairchild FH-227D chocó contra una montaña, destruyendo sus alas y enviando a los que iban a bordo a un peligro inmediato. Doce personas murieron trágicamente durante el accidente, y muchos más siguieron poco después por lesiones.
Un equipo de once aviones buscó a los supervivientes durante ocho días, antes de darlo por terminado – la zona estaba demasiado nevada para ver el avión blanco y las condiciones indicaban que era poco probable que alguien sobreviviera. Muchos de los supervivientes informaron de haber visto estos aviones por encima, pero fueron incapaces de atraer su atención.
Los tiempos desesperados requieren medidas desesperadas
El accidente dejó a los supervivientes del vuelo 571 a su suerte: expediciones desafiantes para encontrar ayuda, así como soluciones prácticas (aunque aterradoras).
El suministro de alimentos del avión era escaso -principalmente chocolatinas y vino- y lo consumieron en aproximadamente una semana. Esto llevó a los supervivientes a considerar lo impensable: el canibalismo. Tras una larga discusión, decidieron que tendrían que recurrir a consumir los cadáveres de los pasajeros fallecidos para sobrevivir.
Incluso después de tomar esa dura decisión, muchos siguieron pereciendo durante las siguientes semanas. El grupo en apuros también se vio afectado por una devastadora avalancha, que acabó causando otras ocho trágicas muertes.
Rescate difícil
Tras semanas de caminata por montañas traicioneras, dos valientes expedicionarios se encontraron con tres pastores en el pueblo de Los Maitenes, Chile. Como un río muy caudaloso separaba a los dos grupos, tuvieron que comunicarse atando notas a las rocas y lanzándolas al otro lado del agua.
Poco después de recibir su mensaje de socorro, se avisó al ejército chileno y se difundió la noticia de los supervivientes. Se enviaron dos helicópteros para rescatar a los que quedaban en el lugar del naufragio. Finalmente, tras setenta y dos días de espera, los supervivientes fueron salvados.
Supervivientes legendarios
Cuando los supervivientes se sinceraron sobre su experiencia, confesaron que, por desgracia, habían tenido que recurrir al canibalismo para sobrevivir a su calvario. Esta información provocó una reacción pública generalizada y los medios de comunicación se lo comieron todo.
Pero los supervivientes defendieron sus acciones, algunos afirmando que estaban inspirados por Jesús, que dio a sus discípulos su cuerpo y su sangre. Después de este razonamiento orientado a la religión, muchos se volvieron comprensivos y consideraron necesario su acto de canibalismo.