En concreto, un encuentro de este deporte enfrenta a equipos de dos o cuatro jugadores, que tienen como misión encestar una pelota de hule macizo en un aro ubicado en el centro de la cancha. La gran dificultad es que los participantes sólo pueden impactar el balón, que puede pesar de 2 a 3 kilos, con su cadera.

En el pueblo de Chapab, en el estado mexicano de Yucatán, un grupo de entusiasta apuesta a la recuperación y el desarrollo de esta disciplina, que revitaliza la cultura maya, pueblo originario que impulsaba el juego como parte de un ritual.

Uno de los impulsores del renacer de la también llamada pelota maya es José Manrique, que investigó durante años para recopilar escritos antiguos y recuperar las reglas del ‘Pok ta Pok’, que había desaparecido hace diez años. También se dedica a crear el instrumento para el juego.

Y esa iniciativa dio sus frutos: desde 2015 se disputa la Copa del Mundo de este deporte, que se disputó en la zona arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán.

La segunda competencia tuvo lugar en Guatemala y la tercera se disputará el año próximo en El Salvador, con la participación de cinco países del mundo maya: México, Guatemala, El Salvador, Honduras y Belice.

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