El Servicio Secreto de Inteligencia, MI6, ha pagado miles de libras en indemnizaciones a militares tras alimentarles con LSD en experimentos de control mental en la década de 1950, según se ha sabido esta semana.
Uno de los hombres implicados en las pruebas clandestinas recibía la droga dos veces por semana, y recuerda largas alucinaciones en las que las paredes se derretían, aparecían grietas en las caras de las personas y los ojos corrían por las mejillas.
Las alucinaciones se producen porque la droga imita un mensajero químico del cerebro llamado serotonina. Aunque la serotonina suele describirse como una sustancia química para «sentirse bien» -es el neurotransmisor liberado por la droga éxtasis- también desempeña otras funciones.
El cerebro tiene al menos 14 receptores diferentes para la serotonina, todos los cuales desempeñan un papel diferente en la regulación de funciones como nuestro estado de ánimo y la forma en que interpretamos lo que nos dicen nuestros sentidos.
«Creemos que la serotonina ayuda a controlar la percepción y, de hecho, nos impide alucinar», afirma Clare Stanford, psicofarmacóloga del University College de Londres.
Una dosis de LSD, o dietilamida del ácido lisérgico, se dirige a un receptor específico de la serotonina llamado 5-HT2A, y al hacerlo parece desordenar nuestros sentidos. Como resultado, las imágenes que normalmente no percibimos se vuelven vívidas y engañan a nuestro cerebro haciéndole creer que son reales.
«La droga también puede provocar sinestesia, una condición que se da de forma natural en un pequeño porcentaje de la población, en la que tus sentidos se mezclan y empiezas a oler colores y saborear sonidos», dice el Dr. Stanford.
Los experimentos del MI6 fueron realizados entre 1953 y 1954 por científicos que pretendían desarrollar una «droga de la verdad» para extraer confesiones de los prisioneros.
La CIA probó el LSD con el mismo fin, pero ambas agencias acabaron abandonando los estudios tras concluir que la droga no podía utilizarse para manipular a las personas.
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