En algún lugar de Estados Unidos, dos niños en hogares separados se levantan por la mañana y comienzan su día con un ritual. Inmediatamente se dirigen a sus armarios y comprueban que su colección de juguetes está allí, alineada exactamente como la dejaron la noche anterior, contándolos cuidadosamente para asegurarse de que están todos allí y en el orden adecuado

Este patrón puede ocurrir varias veces a lo largo del día, con tal grado de obsesión que el niño tendrá una rabieta si algo se interpone en su obsesivo ritual de inventario. Si algo va mal -un juguete se pierde, el espacio de almacenamiento cambia, cualquier cosa interrumpe el proceso- los resultados pueden ser devastadores para el niño.

Uno de estos niños ha sido diagnosticado con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y el otro con un trastorno del espectro autista (TEA), pero su repetición externa de un comportamiento compulsivo en este caso es casi idéntica.

El autismo y el TOC son condiciones separadas, a pesar de que muchos de los síntomas conductuales se superponen. Tanto los pacientes con TEA como con TOC tienen comportamientos repetitivos que parecen compulsivos, y ambos pueden agitarse o incluso volverse combativos si alguien intenta interponerse en esos comportamientos.

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Las similitudes entre los síntomas de estos trastornos pueden ser difíciles -a veces incluso imposibles- de distinguir para los médicos y psiquiatras. Para complicar más las cosas, no son condiciones mutuamente excluyentes. Un estudio de 2011 encontró que aproximadamente el 17 por ciento de las personas con TEA también tienen un trastorno obsesivo-compulsivo, con los mismos patrones de pensamiento y comportamientos que alguien diagnosticado con TOC que no está en el espectro. En cambio, sólo un poco más del uno por ciento de la población general está diagnosticada con TOC.

Los síntomas son similares, pero el tratamiento es muy diferente

El TEA a menudo viene acompañado de un montón de otros trastornos psiquiátricos problemáticos -todo, desde la ansiedad y la depresión hasta la desregulación emocional… y, por supuesto, el trastorno obsesivo-compulsivo- pero los investigadores todavía no tienen una idea clara de por qué. Un estudio de 2009 encontró indicios de una respuesta similar a los tratamientos farmacológicos y algunos patrones comunes en las neuroimágenes que sugieren un tipo similar de anormalidad estructural en el cerebro que podría estar detrás tanto del TEA como del TOC. Además, un estudio realizado en 2015 en Dinamarca descubrió que es probable que ambos trastornos compartan una base genética similar, aunque no se han identificado las secuencias genéticas sospechosas detrás de ninguno de los dos trastornos.

A pesar de la similitud de los síntomas y de la probabilidad de que ambos se originen en las mismas anomalías cerebrales, los trastornos son lo suficientemente diferentes como para no poder ser tratados eficazmente de la misma manera. Por ejemplo, los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), un tipo de medicación antidepresiva, se utilizan a menudo para tratar el TOC, pero se ha descubierto que son en gran medida ineficaces para tratar los síntomas del TEA.

El nivel de mindfulness detrás del comportamiento también es muy diferente

La mayor diferencia que se ha identificado entre los trastornos está en el nivel de mindfulness cuando se actúa el comportamiento obsesivo…

  • Una persona con autismo que está absorta en el balanceo o el aleteo de la mano o que insiste en jugar con el mismo juguete todos los días a la misma hora generalmente lo está haciendo sin pensar conscientemente en el comportamiento-su compulsión es innata, impulsada a un nivel bajo por la forma en que su cerebro está conectado. Puede haber una recompensa sensorial en el sentido de que el comportamiento ayuda al paciente a sentirse más seguro o alivia la agitación de alguna otra condición ambiental; los pacientes con TEA pueden tararear obsesivamente, por ejemplo, para ahogar ruidos sutiles que los individuos neurotípicos nunca notarían.
  • En cambio, una persona con TOC que exhibe los mismos comportamientos lo hace conscientemente. Su proceso de pensamiento se aferra a la conducta como una obsesión, y la realiza de forma ritual por miedo a que ocurran cosas malas si no puede completar el ritual. Su trastorno se basa en sus pensamientos y en los mecanismos de afrontamiento que utilizan para lidiar con esos pensamientos.

Se ha demostrado que las compulsiones originadas por el TEA se moderan con el tiempo, a medida que el paciente envejece… en cambio, las conductas impulsadas por el TOC suelen mantenerse o incluso intensificarse a medida que el paciente envejece y la obsesión se afianza.

Independientemente del origen de las conductas, éstas pueden ser perjudiciales para el individuo que padece el respectivo trastorno. Esto puede ser resultado de daños directos, como la compulsión hacia el lavado de manos que daña físicamente la piel, o indirectos, como centrarse en un comportamiento obsesivo hasta la exclusión de actividades como estudiar o socializar. El tratamiento es el orden tanto para aquellos con TEA como con TOC, pero distinguir entre los trastornos es importante cuando se trata de determinar el curso correcto del tratamiento…

  • Con el TOC, la base se encuentra en el razonamiento consciente. Esto significa que los tratamientos de TCC (terapia cognitivo-conductual) diseñados para abordar los patrones de pensamiento pueden ser más eficaces para alterar el modelo mental que impulsa los comportamientos.
  • Con el TEA, donde los comportamientos compulsivos son impulsados a un nivel más instintivo y tienen un tipo de recompensa biológica independiente, el análisis conductual aplicado puede ser la única terapia eficaz disponible. Las técnicas de autocontrol, refuerzo social y refuerzo contingente se han utilizado con cierta eficacia en el tratamiento de las conductas repetitivas en pacientes con TEA.

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