Punto clave: Para Rusia, la Triple Entente ofrecía una oportunidad para contrarrestar la Triple Alianza y salvaguardar sus intereses en los Balcanes.
Para cuando la Rusia Imperial y Gran Bretaña concluyeron la Convención Anglo-Rusa el 31 de agosto de 1907, estableciendo efectivamente la alianza conocida como la Triple Entente, el Imperio Ruso se encontraba en medio de décadas de agitación. Con el zar Nicolás II en el trono, la familia Romanov gobernaba; sin embargo, su firme control del poder en el vasto país había comenzado a erosionarse.
Ya a mediados del siglo XIX, Rusia había participado en una alianza con la nación-estado alemana unificada y Austria-Hungría llamada la Liga de los Tres Emperadores. En 1890, debido a los crecientes lazos de Rusia con Francia y a los intereses políticos divergentes en los Balcanes, Turquía y otros lugares de Oriente Próximo, esa coalición se había deshecho.
Formación de la Alianza Franco-Rusa
Cuatro años más tarde, Rusia y Francia concluyeron la Alianza Franco-Rusa para proporcionar a ambas naciones una medida adicional de seguridad contra la creciente influencia de Alemania y sus aliados Austria-Hungría e Italia, signatarios de los protocolos que habían establecido previamente la Triple Alianza en Europa Central. Aunque Francia había luchado contra Rusia en la Guerra de Crimea de 1853-56, la nación había sufrido posteriormente graves pérdidas tanto de territorio como de prestigio en la Guerra Franco-Prusiana de 1870-71. Los diplomáticos franceses y rusos iniciaron las discusiones, ya que ambos buscaban tranquilidad frente a la posible expansión alemana. En el proceso, se abordaron las preocupaciones rusas sobre la influencia alemana en el Este, y el imperio adquirió un papel más activo en la política y la diplomacia europeas.
Rusia también encontró un terreno común con otro antiguo adversario, Gran Bretaña. Aunque ambas naciones habían luchado contra la Francia napoleónica, se habían enfrentado en la Guerra de Crimea. Sin embargo, la amenaza alemana unió a las naciones en la mesa de negociaciones. Gran Bretaña buscaba proteger su extenso imperio, especialmente a la luz de las afirmaciones alemanas de que pretendía construir una gran armada que rivalizara con la preeminencia de la Marina Real Británica a escala mundial.
El aire de malestar generalizado persistió durante todo el cambio de siglo
Mientras tanto, el Imperio Ruso luchaba con el malestar interno y las implicaciones de su humillante derrota a manos de Japón en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-05. Aunque Rusia poseía el mayor recurso de mano de obra de Europa junto con vastos recursos naturales, era en muchos aspectos la más atrasada de las potencias europeas. Un sistema económico opresivo fomentaba el resentimiento entre las clases pobres y campesinas, mientras que las aparentemente poderosas fuerzas armadas rusas habían sido manejadas con brusquedad por los japoneses en la primera derrota militar del mundo de una potencia europea tradicional a manos de una nación asiática.
En 1905, la derrota militar, la creciente conciencia de clase y la desafección, así como las dificultades inherentes para mantener la estabilidad dentro del imperio multicultural, estallaron en disturbios civiles, motines militares y luchas laborales. La Revolución de 1905 dio lugar a la creación de la Duma, o asamblea legislativa, en San Petersburgo, a la introducción de partidos políticos y a la Constitución de 1906, en la que el zar renunció a cierto control directo del gobierno ruso y aceptó compartir aspectos del poder con la Duma.
Aún así, persistía un aire de malestar generalizado. Para Rusia, la Triple Entente ofrecía la oportunidad de reforzar los lazos diplomáticos y económicos con Francia y Gran Bretaña, al tiempo que contrarrestaba la Triple Alianza y salvaguardaba sus intereses en los Balcanes, donde su tradicional rival, Austria-Hungría, buscaba vínculos más fuertes. Paralelamente a la formación de la Triple Entente, Rusia garantizó la soberanía de la pequeña nación balcánica de Serbia. Esta alianza, dirigida directamente a Austria-Hungría, se convirtió en la piedra de toque para el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Este artículo apareció por primera vez en la Red de Historia de la Guerra.
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