Nadie aspira a ser falso, ni a pasar el rato en una relación en la que no pueda ser real. Seguramente ninguna cantidad de fingimiento puede sustituir a las conexiones con personas afectuosas con las que puedes profundizar y refinar las verdades que dices sobre ti mismo a lo largo del tiempo.
Pero también es cierto que deprimirse y compadecerse de uno mismo -aunque pueda ser absolutamente necesario en un momento determinado- puede conducir a más de lo mismo. Y simplemente sonreír puede ayudar.
El monje budista Thich Nhat Hanh, líder espiritual y activista por la paz, nos anima a sonreír a menudo y señala que el acto de sonreír relaja los músculos de la cara y tiene muchos beneficios. Su obra ha inspirado a muchas personas a sonreír como parte de una práctica espiritual.
A veces animo a mis clientes a participar en actos creativos de fingimiento, no para huir de la verdad, sino para descubrir nuevas verdades. Fingir la alegría o la felicidad puede ser una profecía autocumplida, que nos ayuda a descubrir o mejorar nuestra capacidad para estos sentimientos positivos.
Considere la posibilidad de hacer un experimento durante diez días. Finge que te sientes bien, incluso feliz. Observa los resultados de tu propio experimento. Verá si al final se siente más entusiasmado y más capacitado para actuar en su propio nombre, o no.
P.D. Si usted es una persona que siempre parece tenerlo todo controlado, y que no comparte los problemas o la vulnerabilidad, ignore este consejo. Puede que necesites experimentar lo contrario. La autenticidad y la buena autoestima requieren que podamos compartir nuestras fortalezas y competencias y nuestras vulnerabilidades y debilidades (todos tenemos ambas) de forma equilibrada.