«El abordaje terapéutico es reducido a pesar de que se está investigado mucho. Se utiliza la vitamina E en pacientes no diabéticos y fármacos dirigidos a la resistencia a la insulina», explica Romero.

La enfermedad hepática por depósito de grasa no alcohólica (NAFLD, por sus siglas en inglés) multiplica los riesgos de enfermedad vascular, pues el 90 por ciento de los pacientes con enfermedad hepática por depósito graso tiene alguno de los síntomas delsíndrome metabólico como obesidad abdominal, hipertensión, colesterol o diabetes, y un 33 por ciento presentan el diagnóstico complejo.

Ahora un nuevo estudio publicado en ‘Journal of Hepatology’ demuestra que el ejercicio, independientemente de la frecuencia o la intensidad, aporta beneficios a los adultos obesos y con sobrepeso con hígado graso no alcohólico, la causa más común de enfermedad hepática crónica en el mundo occidental.

NO EXISTEN TRATAMIENTOS PARA LA ESTEATOSIS HEPÁTICA

No existen tratamientos farmacológicos aprobados para esta enfermedad, pero se ha visto que las intervenciones en el estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y la pérdida de peso resultante, ayudan a mejorar este trastorno. En particular, estas acciones pueden mejorar algunas características de la esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés), la forma progresiva de NAFLD.

La pérdida de peso es la estrategia comúnmente recomendada para todos los pacientes obesos y con sobrepeso con hígado graso no alcohólico. Los regímenes de ejercicios basados en el entrenamiento aeróbico y de resistencia reducen la grasa del hígado, así como la grasa visceral, pero no se ha evaluado sistemáticamente la cantidad exacta y la intensidad del ejercicio aeróbico necesaria para revertir o mejorar el hígado graso no alcohólico.

Esta enfermedad no afecta solo a personas adultas, sino que puede producirse a cualquier edad, lo que seguramente es debido al aumento de la obesidad en las sociedades occidentales.

DIFERENTES REGÍMENES DE EJERCICIO AERÓBICO

En el nuevo estudio publicado en la revista ‘Journal of Hepatology’, los autores examinaron el efecto de diferentes regímenes de ejercicios aeróbicos en la mejora de la grasa del hígado y visceral en personas con sobrepeso y obesas que tenían estilos de vida sedentarios.

En un ensayo clínico aleatorio controlado con placebo, se asignó al azar a 48 participantes en cuatro grupos iguales de 12 personas: ejercicio aeróbico de alto volumen de baja a moderada intensidad (LO: HI, por sus siglas en inglés); ejercicio aeróbico de bajo volumen de alta intensidad (HI: LO); ejercicio aeróbico de bajo volumen de intensidad baja a moderada (LO: LO); y placebo (PLA) durante ocho semanas. Se analizó el cambio de grasa en el hígado mediante espectroscopia de resonancia magnética (MRS, por sus siglas en inglés).

Los tres grupos, independientemente del régimen de ejercicio, mostraron una mejora en la grasa del hígado de alrededor de entre el 18 y el 29 por ciento en comparación con el grupo placebo en el que la grasa del hígado aumentó en un promedio de un 14 por ciento. La mejoría fue independiente de la pérdida de peso de los participantes de los grupos.

No hubo diferencias significativas entre los diversos regímenes de ejercicios aeróbicos en la reducción de grasa en el hígado durante un periodo de ocho semanas. Sin embargo, los investigadores realizaron análisis exploratorios adicionales y señalan que hubo una tendencia hacia una mayor reducción en la grasa en el hígado y la grasa visceral en los dos grupos que utilizaron ejercicio de alta intensidad con bajo volumen (HI: LO) o actividad física de baja intensidad con alto volumen (LO: HI).

«Los resultados de nuestro estudio muestran que todas las dosis de ejercicio, independientemente de su volumen o intensidad, fueron eficaces en la reducción de la grasa en el hígado y la grasa visceral en una cantidad que fue clínicamente significativa, en adultos previamente inactivos, con sobrepeso u obesidad en comparación con el placebo. Estos cambios fueron observados sin pérdida de peso clínicamente significativa», explica el investigador principal, Nathan Johnson, profesor titular de la Universidad de Sydney, Australia.

«No se encontraron diferencias entre los regímenes de ejercicio en relación a estos beneficios», agrega Jacob George, profesor de Medicina Hepática de la Universidad de Sydney, Australia, y jefe del Departamento de Gastroenterología y Hepatología del Hospital Westmead y la Universidad de Sydney.

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