La noticia de que el presidente boliviano Evo Morales dimite en medio de un escándalo de fraude electoral pone de manifiesto una desafortunada realidad sobre Sudamérica. Aunque el continente ha hecho grandes avances económicos en los últimos años, a menudo sigue plagado de disturbios políticos y civiles.
Con más de 425 millones de habitantes, los países sudamericanos se encuentran entre los mayores productores y exportadores del mundo de carne de vacuno y soja (Brasil), petróleo (Venezuela), café (Colombia), vino (Argentina y Chile), cobre (Chile y Perú) y gas natural (Bolivia).
Pero América del Sur también es conocida desde hace tiempo por su inestabilidad política y sus tensiones en las políticas públicas.
En el siglo pasado, varios países sudamericanos se enfrentaron a golpes de Estado, dictaduras militares y revueltas sociales. Los últimos meses han demostrado que la agitación no es cosa del pasado.
Ola de manifestaciones
Además de Venezuela, donde las crisis políticas y económicas han provocado un desastre humanitario conocido en todo el mundo, se han producido recientemente turbulencias en otros lugares de Sudamérica.
Paraguay ha vivido protestas masivas contra el presidente Mario Abdo. Los paraguayos están enfadados por un acuerdo con Brasil sobre la central hidroeléctrica de Itaipú que se considera perjudicial para el país más pequeño.
Con un 69% de desaprobación del gobierno, la oposición ha iniciado un proceso de destitución contra Abdo y su vicepresidente que está a punto de concluir. La destitución se produce sólo siete años después de que el ex presidente Fernand Lugo fuera a su vez destituido en 2012 en medio de disputas por la tierra que causaron 17 muertes.
En Perú, el presidente Martín Vizcarra ha disuelto el congreso en un intento de forzar nuevas elecciones parlamentarias. Sus acciones han dado lugar a varias manifestaciones en todo el país, incluida una que bloqueó el acceso a una mina de cobre y provocó el cese de la producción.
Vizcarra fue vicepresidente hasta el año pasado, después de que el ex presidente Pedro Pablo Kuczynski dimitiera por su posible relación con un escándalo de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Otro presidente peruano, Alan García, se suicidó el pasado mes de abril cuando la policía llegó a su casa para detenerlo por su implicación en el mismo caso.
Resultados electorales cuestionados
Bolivia también vive una masiva ola de manifestaciones. La oposición no aceptó los resultados de las recientes elecciones, que dieron la victoria a Morales en la primera vuelta para su cuarto mandato.
Al frente del país desde 2006, Morales aceptó una auditoría electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA), que determinó que los resultados de los comicios de octubre no podían ser validados por «graves irregularidades.» Anunció que renunciaba por «el bien del país».
Desde las elecciones, las carreteras se cerraron en todo el país y los disturbios diarios fueron rutinarios. Santa Cruz, la provincia más rica de Bolivia, vive una huelga general en curso.
En Ecuador, el presidente Lenin Moreno retiró un subsidio a los combustibles, vigente desde la década de 1970, debido a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El precio del combustible se ha disparado desde entonces, provocando protestas masivas que paralizaron partes del país en octubre.
Moreno ha acusado a su antecesor, Rafael Correa, y al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de estar detrás de las manifestaciones, que continuaron incluso tras la devolución del subsidio.
Chile, el país sudamericano con el mayor índice de desarrollo humano y uno de los mayores PIB per cápita de la región, se enfrenta a la mayor ola de agitación ciudadana desde la redemocratización de la nación en 1990. Los detonantes fueron las subidas de las tarifas del transporte público y de las facturas de la electricidad a principios de octubre.
Educación, pensiones de jubilación
Los temas relacionados con la educación, mayoritariamente privada y cara, y el régimen de pensiones están alimentando gran parte del malestar en Chile, especialmente entre los jóvenes y los ancianos. Las protestas han provocado al menos 20 muertos y miles de heridos en medio de acusaciones de violencia sancionada por el Estado.
Afortunadamente, Brasil y Argentina, los países más grandes de Sudamérica, no están lidiando actualmente con una agitación similar a pesar de que ambos países celebraron recientemente elecciones que revelaron electorados profundamente divididos.
En octubre de 2018, Brasil eligió al derechista ex capitán del ejército Jair Bolsonaro. El otrora diputado derrotó al candidato de la izquierda, lo que supuso la primera derrota del Partido de los Trabajadores desde 1998.
Independientemente de la derrota y del desgaste provocado por varios escándalos de corrupción, los partidos de izquierda de Brasil siguen teniendo un gran número de escaños en el parlamento, así como gobernadores estatales.
En Argentina, la reciente elección de Alberto Fernández ha recuperado el partido de izquierdas de la ex presidenta Cristina Kirchner, que pasó a ser vicepresidenta. Incluso en la derrota, el ex mandatario Mauricio Macri obtuvo el 41,7% de los votos, lo que demuestra que, al igual que en Brasil, la oposición contra Fernández es fuerte.
Posibles consecuencias
El resurgimiento de los disturbios en Sudamérica tiene algunas similitudes de un país a otro.
La mayoría comenzaron por causas menores, como el aumento de las tarifas del autobús o del metro, pero tienen que ver con problemas más amplios de política pública como la corrupción, el acceso a la educación, la sanidad o las pensiones. Las cuestiones económicas han desempeñado un papel importante en el descontento generalizado.
Los fuertes indicadores económicos de años pasados en Sudamérica se han debilitado. Muchos países se enfrentan ahora a un bajo incremento del PIB y a un elevado desempleo.
Incluso Chile está experimentando un declive en sus perspectivas económicas. El país es considerado a menudo como la primera nación latinoamericana desarrollada. Es un poco pronto para decir si los recientes acontecimientos podrían cambiar ese estatus.
Los disturbios en Sudamérica ya se comparan con la Primavera Árabe, la ola de manifestaciones a favor de la democracia en el norte de África y Oriente Medio.
En 2010 y 2011, la Primavera Árabe impulsó la caída de presidentes autocráticos en Egipto, Túnez y Libia, y generó una guerra civil en Yemen.
Aunque hay similitudes, los países sudamericanos son mayoritariamente democráticos, aunque algunas de esas democracias sean frágiles. Las últimas elecciones sudamericanas han visto a los votantes oscilar entre partidos de izquierda y de derecha.
Las próximas semanas determinarán el impacto de estas reacciones colectivas sudamericanas. A pesar de la cantidad de riqueza natural en la región, la inestabilidad en Sudamérica es comúnmente generada por las crisis económicas, lo que resulta en el tipo de protestas civiles masivas que estamos viendo ahora.