La oxitocina se utiliza para inducir o aumentar el parto en casi la mitad de las mujeres que dan a luz en los Estados Unidos. Esta hormona no peptídica actúa sobre el músculo liso uterino para iniciar, potenciar y acelerar las contracciones uterinas. Sin embargo, la eficacia de una determinada dosis de oxitocina varía entre las mujeres; por consiguiente, la oxitocina tiene una amplia ventana terapéutica. La imprevisibilidad de la sensibilidad de una paciente individual a la oxitocina exógena y la posterior exposición prolongada a la oxitocina aumentan los riesgos tanto maternos como fetales. Además, nuestra incapacidad para predecir la dosis de oxitocina necesaria para una mujer puede conducir a un diagnóstico de disfunción del parto y contribuir así a la creciente tasa nacional de partos por cesárea.
La oxitocina induce la contractilidad uterina al unirse al receptor de oxitocina (OXTR), un receptor acoplado a la proteína G. La unión inicia una cascada de señalización que da lugar a un aumento de la concentración de calcio intracelular y a la activación de la maquinaria contráctil. Para iniciar con éxito la cascada de señalización, el OXTR debe (1) unirse adecuadamente a la oxitocina, (2) interactuar con su proteína G y/o con otras moléculas de señalización asociadas, y (3) traducir la unión de la oxitocina a una señal, o cambio conformacional, que active la proteína G. Las variantes de codificación de la proteína OXTR que mejoran o interfieren con estas propiedades podrían conducir a una mayor o menor sensibilidad a la oxitocina. Estamos tratando de entender el efecto de tales variantes por:
- Identificar variantes genéticas en el receptor de oxitocina que se correlacionan con la capacidad de respuesta a la oxitocina – enlace a la publicación »
- Determinar la consecuencia funcional de las variantes genéticas en el gen del receptor de oxitocina