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En algún momento del año pasado, casi 4.800 mujeres participaron en un experimento en Faceresearch.org, el laboratorio de psicología en línea del Face Research Laboratory de la Universidad de Aberdeen en Escocia. Eran mujeres jóvenes, en su mayoría de entre 20 y 30 años, y todas identificaban su etnia como blanca. Más tarde, los investigadores del laboratorio confirmaron, a partir de los datos de las direcciones IP, que las participantes procedían de 30 países, entre ellos Argentina, Suecia, Rusia, Australia y Estados Unidos. El país de origen de las mujeres era una parte importante del experimento.

Después de registrarse en el sitio, las mujeres hacían clic en una lista de experimentos de psicología, incluyendo «preferencias faciales» y «atractivo a diferentes edades». Al hacer su selección, recibían instrucciones, en inglés o traducidas, en las que se les presentaban pares de caras de hombres. Para cada conjunto tendrían que seleccionar la cara que consideraran más atractiva e indicar cuánto la preferían a la otra.

Los rostros, resultaron ser extrañamente parecidos y a la vez sutilmente diferentes, como si fueran gemelos idénticos. Fueron creadas por un software que masculiniza o feminiza los rasgos de una persona con unas pocas pulsaciones. Sólo examinando los rostros de cerca se podía discernir que el hombre de la izquierda, por ejemplo, tenía los ojos ligeramente más redondos y la mandíbula más estrecha que el de la derecha. Algunos de los rostros tenían los labios ligeramente más finos que sus dobles, o los ojos más abiertos, o las cejas más gruesas y sin arco. La mayoría de las mujeres tardaron menos de 10 minutos en hacer clic en los 20 pares de rostros masculinos y seleccionar los que les parecían más atractivos.

Después de analizar los datos -incluyendo las preferencias faciales de las mujeres, su país de origen y el índice nacional de salud de ese país- los investigadores de Face Lab demostraron algo notable. Podían predecir el grado de masculinidad de los hombres que le gustaban a una mujer basándose en las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud de su país en cuanto a tasas de mortalidad, esperanza de vida e impacto de las enfermedades contagiosas. En los países en los que la mala salud es especialmente una amenaza para la supervivencia, las mujeres se inclinaban por los hombres más «masculinos». Es decir, preferían que los varones tuvieran caras más cortas y anchas y cejas, pómulos y mandíbulas más marcadas. Los investigadores publicaron el estudio en el número de este mes de la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.

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