El 12 de enero de 2010, Haití es devastado por un enorme terremoto. La pequeña nación aún no se ha recuperado del todo.
Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, debido en gran parte a su historia de colonización, ocupación y explotación por parte de España, Francia y Estados Unidos. También tiene un historial de actividad sísmica: se registraron terremotos devastadores en 1751, 1770, 1842 y 1946. La isla de La Española, que Haití comparte con la República Dominicana, se encuentra principalmente entre dos grandes placas tectónicas, la norteamericana y la caribeña. La capital haitiana, Puerto Príncipe, se encuentra prácticamente a caballo de esta falla. A pesar de este conocimiento y de las advertencias de los sismólogos de que era probable que se produjera otro terremoto en un futuro próximo, la pobreza del país hizo que las infraestructuras y los servicios de emergencia no estuvieran preparados para hacer frente a los efectos de una catástrofe natural.
El terremoto de 2010 se produjo justo antes de las 5 de la tarde. El temblor se sintió en lugares tan lejanos como Cuba y Venezuela, pero el epicentro del terremoto de 7,0 grados de magnitud estaba a sólo 16 millas de Puerto Príncipe. Ese mismo día se produjeron ocho réplicas, y en las dos semanas siguientes se registraron al menos 52. Los efectos fueron catastróficos. Todos los hospitales de la capital, así como tres instalaciones de Médicos Sin Fronteras, sufrieron graves daños, al igual que el aeropuerto de Puerto Príncipe y su puerto marítimo, que quedó inutilizado. Los servicios de telecomunicaciones se vieron muy afectados, las principales carreteras quedaron intransitables y cerca de 300.000 edificios, la mayoría de ellos residenciales, sufrieron daños irreparables. El edificio de la Asamblea Nacional y la catedral de Puerto Príncipe también fueron destruidos.
El número de víctimas fue terrible y sigue siendo incalculable. Algunas estimaciones sitúan el número de muertos en torno a los 40-50.000, mientras que el gobierno haitiano estimó que murieron más de 316.000, pero todas las autoridades reconocen que el número de muertos es imposible de contabilizar realmente. Algo cercano al millón de personas fueron desplazadas.
Las noticias y las imágenes del terremoto, incluidas las fotos del Palacio Nacional fuertemente dañado, activaron rápidamente una respuesta humanitaria masiva. La República Dominicana y la Cruz Roja Dominicana respondieron inmediatamente con suministros de emergencia y transportes aéreos a los hospitales dominicanos. Naciones de todos los continentes aportaron dinero, suministros y mano de obra. El aeropuerto de Puerto Príncipe funcionaba las veinticuatro horas del día, pero no podía acoger todas las llegadas. Las fuerzas aéreas extranjeras, entre ellas las de Estados Unidos y Gran Bretaña, transportaron por aire a los supervivientes a los barcos hospitales de la costa, y algunos suministros se lanzaron a la isla en paracaídas. El teletón «Esperanza para Haití» del 22 de enero batió récords al recaudar 58 millones de dólares en un solo día.
Aunque la respuesta humanitaria fue inmediata y abrumadora, la infraestructura paralizada de Haití dificultó la entrega de la ayuda. Seis meses después del terremoto, la situación seguía siendo de emergencia. Un millón de personas en la isla vivían en tiendas de campaña, y una epidemia de cólera que comenzó en octubre se cobró más de 3.300 vidas. Si Haití se ha recuperado totalmente o no es una cuestión de debate, pero los efectos del terremoto fueron palpables durante la siguiente década.