Discusión

Los presentes resultados demuestran que el prurito ocular crónico es un síntoma común que afecta al 29,5% de los pacientes de nuestra población de estudio. Notablemente, este número supera la prevalencia reportada de prurito cutáneo crónico, 13,5%10. Además, nuestros resultados revelaron que la intensidad media del picor en la NRS era moderadamente alta (5,6). La intensidad del picor se correlacionó con la duración del mismo, lo que sugiere que el prurito puede agravarse con el tiempo. Es plausible que la hipersensibilización neural progresiva, un fenómeno implicado en muchas etiologías del picor crónico, pueda subyacer a estos resultados11. Además, la intensidad del picor se correlacionó positivamente con el grado de placer derivado de rascarse o frotarse la zona afectada. Este hallazgo también se ha notificado en otros tipos de prurito crónico, incluida la EA12.

Es interesante que los sujetos experimentaran prurito con más frecuencia durante el día que durante la noche, lo que va en contra de lo que se ha notificado anteriormente en otras etiologías de prurito crónico. Los factores subyacentes a este resultado siguen sin estar claros. Sin embargo, es posible que el cierre de los párpados proporcione una barrera protectora, reduciendo la evaporación de la película lagrimal y amortiguando los estímulos pruritogénicos sensoriales del entorno.

Además, nuestros resultados indican que el prurito ocular crónico puede tener un impacto que restrinja la vida y altere el sueño. Nuestros resultados sugieren que la carga del prurito ocular crónico es alta, según el número de pacientes que utilizaron términos como «insoportable» y «torturante» para describir su picor. Dada la gravedad de estos resultados, sería muy interesante realizar una evaluación adicional del impacto del prurito ocular crónico en la calidad de vida.

El prurito ocular crónico se asoció con patologías oftalmológicas tanto alérgicas como no alérgicas. La condición más fuertemente asociada con el prurito ocular crónico fue la CA, que se estima que afecta hasta el 40% de la población general13. Aunque el prurito se ha descrito durante mucho tiempo como el síntoma cardinal de esta enfermedad, encontramos que el prurito persiste comúnmente como una queja crónica. El picor ocular asociado a la CA puede ser grave e interferir significativamente en las actividades cotidianas14. Es probable que el prurito crónico también sea frecuente en las variantes crónicas de la CA, incluidas la queratoconjuntivitis atópica y la queratoconjuntivitis vernal. Sin embargo, debido a la baja prevalencia de estas afecciones en nuestra población de estudio, no pudimos evaluar estas asociaciones.

Nuestros resultados revelaron que el prurito ocular crónico también es común en el entorno del DES, también conocido como queratoconjuntivitis sicca, una afección altamente prevalente dentro de nuestra población de estudio. Un estudio anterior demostró una elevada asociación entre los síntomas de prurito y sequedad notificados por los pacientes1. Sin embargo, rara vez se ha estudiado la importancia del prurito en el contexto de la DES. De hecho, los cuestionarios validados utilizados para evaluar la gravedad de los DES no evalúan universalmente la presencia y la gravedad del prurito ocular. Sobre la base de nuestros hallazgos, que indican que el prurito es prevalente y molesto, sugerimos que se evalúe el prurito ocular en estos pacientes. Además, cabe señalar que el picor ocular tiene muchas etiologías, entre ellas la blefaritis y la disfunción de las glándulas lagrimales. Además, el DES puede producirse en el contexto de enfermedades sistémicas como el síndrome de Sjogren, la artritis reumatoide y el lupus eritematoso sistémico. Futuros estudios podrían dilucidar la variación en la prevalencia y las características del prurito ocular entre las diferentes etiologías del DES.

Nuestros hallazgos revelaron además una alta asociación entre el prurito ocular crónico y la blefaritis, o la disfunción de las glándulas de meibomio. La blefaritis se caracteriza clínicamente por la hinchazón e inflamación de los márgenes del párpado, y se ha descrito como una complicación de varias dermatosis pruriginosas, como la EA, la dermatitis seborreica y la psoriasis2,15. El prurito se ha descrito previamente como un síntoma de blefaritis; sin embargo, se sabe poco sobre su patogénesis16.

También se ha revelado una asociación significativa entre el prurito ocular crónico y la EA.El prurito es patognomónico de la EA, en la que un círculo vicioso de prurito-rascado suele perpetuar la enfermedad. La afectación de los párpados es común en los pacientes con EA, afectando al 10% de los individuos2. Además, la EA también conlleva un mayor riesgo de patologías oftalmológicas pruriginosas, como la CA y la blefaritis.

A pesar de su prevalencia, la fisiopatología que subyace a las diversas formas de prurito ocular crónico sigue siendo poco conocida. En consecuencia, no es de extrañar que los regímenes de tratamiento disponibles en la actualidad tengan una eficacia limitada. La intervención farmacológica se ha centrado principalmente en la histamina con el uso de antagonistas H1 y agentes estabilizadores de mastocitos, especialmente en el contexto de la alergia ocular. Aunque se sabe que la histamina está implicada en el picor de las CA, recientemente se ha descubierto un modo adicional de inducción del picor independiente de la histamina17. En un modelo murino, Huang et al18 demostraron que tanto el TRPV1, un canal iónico sensible a la histamina, como el TRPA1, un canal iónico independiente de la histamina, son necesarios para la inducción del picor ocular alérgico. Este hallazgo puede explicar las limitaciones de los colirios antialérgicos disponibles en la actualidad19.

El presente estudio tiene una serie de limitaciones. En primer lugar, el diseño transversal de nuestro estudio impide establecer relaciones causales. Otra limitación es la posibilidad de que varias afecciones oftalmológicas, incluida la blefaritis, estén infrarrepresentadas en nuestra población de estudio. Se ha informado de que la prevalencia nacional de la blefaritis oscila entre el 37% y el 47%, lo que supera el 12% de prevalencia en la población de nuestro estudio20. Esta discrepancia podría explicarse por varios factores. Es posible que en algunos casos incidentales no se haya registrado la presencia de blefaritis. Sin embargo, este hallazgo también podría reflejar nuestra población de estudio predominantemente afroamericana, ya que la blefaritis puede ser menos prevalente en estos individuos. Por último, el tamaño de nuestra población de estudio impidió una evaluación significativa del picor ocular crónico en condiciones oftalmológicas con baja prevalencia. Hay una serie de aspectos del prurito ocular crónico que sería interesante explorar en futuros estudios. Estos incluyen las características distintivas del prurito dentro de las diferentes condiciones, así como una investigación exhaustiva de la respuesta al tratamiento.

En conclusión, el prurito ocular crónico es un síntoma prevalente que se asocia con AC, DES, blefaritis y AD. En la práctica clínica, un mayor reconocimiento de este síntoma angustioso, y una mayor exploración de sus causas, sería de gran beneficio para los pacientes.

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