Introducción

La experiencia estética se refiere a la apreciación de los objetos estéticos y al placer resultante. Dicho placer no se deriva de las propiedades utilitarias de los objetos, sino que está vinculado a las cualidades intrínsecas de los propios objetos estéticos. De ahí que el placer estético sea desinteresado (Kant, 1790). Las experiencias estéticas pueden surgir de la apreciación de artefactos humanos, como las obras de arte (por ejemplo, la poesía, la escultura, la música, las artes visuales, etc.) o de objetos naturales estéticos como las puestas de sol o las vistas de las montañas. En esta revisión, nos referimos a las experiencias estéticas asociadas a la apreciación de obras de arte, en particular de las artes visuales.

Las experiencias estéticas se ofrecen en múltiples contextos, (por ejemplo, museos, galerías, iglesias, etc.). Varias perspectivas psicológicas consideran la experiencia estética como un proceso gratificante y sugieren un vínculo entre la experiencia estética y el placer (Berlyne, 1974; Leder et al., 2004; Silvia, 2005). Estudios recientes sugieren que las artes pueden promover la salud y el bienestar psicológico y ofrecer una herramienta terapéutica para muchos, por ejemplo, adolescentes, ancianos y personas vulnerables (Daykin et al., 2008; Todd et al., 2017; Thomson et al., 2018). La experiencia estética se ha asociado con la meditación de atención plena, ya que lleva a mejorar la capacidad de comprometerse perceptualmente con un objeto (Harrison y Clark, 2016). Sin embargo, la forma en que la experiencia estética afecta a los estados cognitivos y emocionales y promueve el bienestar físico y psicológico es objeto de debate (Daykin et al., 2008). Se han propuesto varios modelos teóricos que sugieren que las facetas cognitivas o emocionales de la experiencia estética desempeñan papeles clave alternativamente. Un tema común en los modelos es que la evaluación estética de una obra de arte es el resultado de las propiedades del estímulo de abajo hacia arriba y de las valoraciones cognitivas de arriba hacia abajo (Leder et al., 2004; Chatterjee y Vartanian, 2016; Pelowski et al., 2017). El resultado afecta al estado de ánimo, por lo que promueve la salud y el bienestar (Kubovy, 1999; Sachs et al., 2015).

En esta línea, los estudios de neuroimagen destacaron que las respuestas emocionales inmediatas a las obras de arte y los cambios duraderos de baja intensidad en los estados afectivos (cf. Scherer, 2005, para la distinción de la respuesta emocional y el estado afectivo) se asocian con el reclutamiento de los circuitos cerebrales involucrados en la regulación de la emoción, el placer y la recompensa. Así, por ejemplo, las imágenes calificadas como bellas provocan actividad en áreas relacionadas con la recompensa, como el córtex orbitofrontal medial, y se asocian con un mayor valor de recompensa que las calificadas como feas (Kawabata y Zeki, 2004). Además, la activación de una red de procesamiento de emociones que comprende el estriado ventral y dorsal, el cíngulo anterior y las áreas temporales mediales se ha asociado a los cambios transitorios del estado de ánimo en respuesta a la música clásica alegre y triste (Mitterschiffthaler et al., 2007).

Aquí revisamos las pruebas que demuestran que las artes promueven el bienestar en varios ámbitos, y analizamos los fundamentos neuronales de la experiencia estética, el procesamiento emocional, el placer y la recompensa. En particular, evaluamos la idea de que un mecanismo fisiológico común subyace al procesamiento estético en múltiples lugares para experimentar el arte. Se discuten las implicaciones para los usos terapéuticos y educativos del arte.

La apreciación estética y el bienestar

Los beneficios asociados con el procesamiento estético se han demostrado en diferentes entornos, que van desde reproducciones de pinturas mostradas en laboratorios hasta contextos de arte real como los museos.

En los siguientes apartados, presentamos una revisión de las principales ramas de investigación sobre el arte en las que se ha demostrado un efecto beneficioso para la salud.

El arte en el museo

Varios estudios muestran los beneficios de los museos de arte como escenarios para la terapia (Treadon et al, 2006; Chatterjee y Noble, 2013). Estos beneficios incluyen la mejora de la memoria y la disminución de los niveles de estrés, así como la mejora de la inclusión social. Las poblaciones estudiadas incluyen a personas mayores (Salom, 2011; Thomson et al., 2018), personas con problemas de salud mental duraderos (Colbert et al., 2013), personas con demencia (Morse y Chatterjee, 2018) y personas socialmente aisladas (Todd et al., 2017). Además, en un estudio con personas con demencia y sus cuidadores, viendo galerías tradicionales y contemporáneas, ambos sitios de arte promovieron el bienestar, incluyendo el impacto social positivo y la mejora cognitiva (Camic et al., 2014).

Se han realizado investigaciones para identificar los elementos del entorno del museo que facilitan los objetivos del tratamiento, incluyendo aspectos psicológicos, sociales, ambientales (Salom, 2011; Camic y Chatterjee, 2013; Colbert et al., 2013; Morse y Chatterjee, 2018). El entorno y los artefactos de los museos ofrecen una experiencia estética extraordinaria que permite rememorar recuerdos positivos (Biasi y Carrus, 2016), y la evidencia sugiere que estas actividades de reminiscencia pueden afectar al estado de ánimo, a la autoestima y a una sensación general de bienestar en las personas mayores (Chiang et al., 2009; O’Rourke et al., 2011; Eekelaar et al., 2012). Los museos y las galerías, a diferencia de los hospitales y las clínicas, son entornos no estigmatizantes. El entorno del arte fomenta la autorreflexión y la comunicación grupal, facilitando el proceso terapéutico y, por lo tanto, haciéndolos lugares ideales para las intervenciones de salud (Camic y Chatterjee, 2013).

Usando medidas psicofisiológicas, los estudios encuentran que las visitas a los museos de arte disminuyen el estrés, lo que podría promover la salud y el bienestar (Clow y Fredhoi, 2006; Mastandrea et al., 2018). Clow y Fredhoi informaron que los niveles de cortisol salival y la medida de estrés autoinformada en 28 individuos jóvenes sanos disminuyeron significativamente después de una visita a la Guildhall Art Gallery de Londres (Clow y Fredhoi, 2006). Del mismo modo, la exposición al arte figurativo reduce la presión arterial sistólica (PAS), lo que podría tener efectos relajantes (Mastandrea et al., 2018). En concreto, 64 participantes femeninas sanas fueron asignadas a una de tres visitas diferentes a la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma: arte figurativo, arte moderno y una condición de control que consistía en una visita a la oficina del museo. Se realizaron mediciones de la presión arterial y la frecuencia cardíaca antes y después de la visita, como índices de los estados emocionales asociados a las tres condiciones de visita. Los resultados revelaron que sólo la exposición al arte figurativo disminuyó la presión arterial sistólica. Resulta interesante que a los participantes les gustaran los dos estilos de arte por igual, y que la reducción de la PAS no estuviera correlacionada con la afición. En la teoría de la fluidez, la facilidad de procesamiento aumenta la respuesta emocional positiva a las obras de arte (Reber et al., 2004). En consecuencia, cabe pensar que la reducción de los niveles de ambigüedad que caracteriza a las artes figurativas no ambiguas puede tener un efecto relajante sobre los estados fisiológicos. Por otra parte, como a los participantes en este estudio no se les pidió que juzgaran la comprensibilidad o los valores hedónicos de las obras de arte, no es posible extraer conclusiones firmes sobre los efectos reconstituyentes tras la exposición a obras de arte figurativas, pero no abstractas, en el museo de arte.

Arte y Educación

Se han realizado varios estudios sobre la eficacia de las intervenciones basadas en el arte en la educación profesional, lo que demuestra un creciente interés por este campo, y plantea oportunidades desafiantes para los métodos de aprendizaje tradicionales que conforman la práctica docente actual (Richard, 2007; Leonard et al, 2018). La pedagogía basada en el arte se centra en la integración de una forma de arte (por ejemplo, teatro, arte visual-pintura, música, etc.) con otra materia, para mejorar los procesos de aprendizaje (Rieger y Chernomas, 2013).

En el aprendizaje a través del arte, el alumno se acerca a una materia creando arte, respondiendo al arte o interpretando obras artísticas no estudiando el arte como disciplina teórica (Rieger y Chernomas, 2013). Este aprendizaje basado en el arte (ABL) se ha utilizado con éxito en la educación sanitaria (Wikström, 2003; Rieger et al., 2016). Por ejemplo, el uso de una obra de arte como método de enseñanza es eficaz para aumentar las habilidades de observación de los estudiantes, la empatía (es decir, las habilidades para empatizar con el paciente y desarrollar la compasión), la comunicación no verbal y las relaciones interpersonales, en comparación con los programas de enseñanza tradicionales (Wikström, 2011). Wikstrom (2000) y sus colegas demostraron que un programa educativo basado en el diálogo de arte visual evocaba experiencias emocionales que aumentaban la empatía de las enfermeras (Wikstrom, 2000). Se pidió a los estudiantes que describieran patrones de cuidados de enfermería en el cuadro «The Sickbed» de Lena Croqvist, tras lo cual se les formularon preguntas estratégicas destinadas a provocar respuestas empáticas, como «Desde la perspectiva de los cuidados de enfermería, ¿cómo se sienten los personajes?» A un grupo de control se le pidió que describiera las buenas prácticas de enfermería sin el apoyo del arte visual o las imágenes. El arte visual fue más eficaz que el control para expresar aspectos de los cuidados de enfermería y para aumentar las puntuaciones de empatía (Wikström, 2001). Estos estudios sugieren que la incorporación del arte visual en la educación sanitaria puede aumentar la comprensión de la experiencia emocional del dolor crónico y el sufrimiento de los pacientes, mejorando así las prácticas de los cuidados de enfermería. Una limitación de estos estudios es que los grupos de control sólo recibieron instrucción verbal, lo que dificulta la evaluación de la contribución específica del apoyo visual específico del arte (es decir, retratos visuales, obras de arte, etc.) del apoyo visual no artístico. Por otra parte, los estudios correlacionales muestran que el alto valor estético de las secuencias de películas artísticas percibidas por el alumno se asocia significativamente con la mejora del aprendizaje (Bonaiuto et al., 2002).

Uno podría preguntarse cómo la experiencia emocional provocada por la apreciación de diversas formas de arte permite que los individuos se sientan mejor y aprendan rápida y eficazmente, y si el efecto potenciador del arte en estos diferentes dominios constituye la base de un mecanismo cognitivo o afectivo común. Aquí sugerimos que el procesamiento de las obras de arte estéticas se basa en la actividad de las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa, dando lugar a emociones positivas y al placer que, modulando el estado afectivo, aumentan la predisposición individual a las actividades cognitivas como el aprendizaje.

Vinculación del cerebro a la experiencia estética

Los estudios revisados hasta ahora demostraron que el valor estético de las obras de arte y su uso en los programas educativos pueden afectar a los estados psicológicos y fisiológicos, promoviendo así el bienestar y mejorando el aprendizaje. Sin embargo, como hemos señalado anteriormente, los mecanismos que subyacen a la relación entre el arte y el bienestar aún no están claros, probablemente debido a que los determinantes de la experiencia estética y su relación con el procesamiento de la emoción y el placer aún no están resueltos.

Aquí, revisamos algunas pruebas de neuroimagen que detallan los fundamentos neuronales de la relación entre la experiencia estética y la activación de los estados emocionales en el observador, para proporcionar una comprensión más completa de la experiencia estética y de cómo provoca la emoción estética y el placer en el observador. Además, relacionamos estos hallazgos con modelos influyentes de procesamiento estético.

Desde un punto de vista psicológico, se ha sugerido que el procesamiento cognitivo del arte produce experiencias estéticas afectivas y a menudo positivas y placenteras. Según el modelo de etapas de procesamiento de la información del procesamiento estético de Leder et al. (2004), la aparición del placer estético depende de una comprensión cognitiva satisfactoria de la obra de arte. Cuanto mejor sea la comprensión, mayor será la reducción de la ambigüedad y mayor será la probabilidad de una emoción estética positiva. Cuando las experiencias estéticas son a menudo positivas, cabe esperar un aumento del afecto positivo (Leder et al., 2004). El predominio duradero de estados afectivos positivos difusos influye en el estado de ánimo (Scherer, 2005), promueve la salud y el aprendizaje. De manera consistente, algunos estudios neurofisiológicos encuentran que la información del contexto facilita el procesamiento de una obra de arte y aumenta las emociones positivas (Gerger y Leder, 2015; Mastandrea, 2015; Mastandrea y Umiltà, 2016). Esto va acompañado de una mayor actividad neuronal en la corteza orbitofrontal medial (OFC) y en la corteza prefrontal ventromedial, regiones fuertemente asociadas a la experiencia de recompensa y al procesamiento de emociones (Kawabata y Zeki, 2004; Kirk et al., 2009).

Por otro lado, diversas teorías de la emoción han influido en la descripción del paradójico disfrute de las emociones negativas en el arte (Juslin, 2013; Sachs et al., 2015; Menninghaus et al., 2017). Varios autores han sugerido que la distancia psicológica del perceptor con respecto a lo representado en la obra de arte -que proviene de la conciencia del individuo de que el objeto o evento representado es un artefacto cultural- reduce el impacto emocional del objeto o evento elicitador y permite la valoración de las cualidades estéticas de la obra de arte. Este relato de la «distancia psicológica» sustenta la diferencia entre las emociones específicas del arte y las emociones utilitarias (Frijda, 1988; Scherer, 2005). La percepción de la seguridad durante la recepción del arte permite aceptar el contenido negativo de la obra de arte. En este relato, las emociones negativas como la tristeza y la pena se transforman en fuente de placer y las respuestas empáticas al contenido emocional de la obra de arte son permitidas por la reevaluación meta-emocional (Menninghaus et al., 2017). En consecuencia, el contexto del arte influyó en el juicio estético y en las respuestas emocionales medidas por la electromiografía facial (EMG). En concreto, definir los estímulos visuales como artísticos hizo que los participantes juzgaran de forma más positiva las obras de arte que representaban un contenido emocional negativo, es decir, que les «gustaran» más. En otras palabras, podría haber un sesgo positivo general en la percepción del arte (Gerger et al., 2014).

El efecto placentero de las emociones negativas en la recepción del arte se ha investigado ampliamente en el campo de la música (Vuoskoski et al., 2012; Juslin, 2013; Kawakami et al., 2013; Taruffi y Koelsch, 2014; Sachs et al., 2015). Según el modelo BRECVEMA elaborado por Juslin (2013), disfrutar de la tristeza en la música deriva de la combinación de dos mecanismos clave, es decir, el contagio emocional y el juicio estético que generan respuestas afectivas mixtas. Al escuchar música triste, uno puede experimentar el sentimiento de tristeza a través del mecanismo de contagio de la emoción y apreciar la belleza de la pieza juzgándola estéticamente positiva (Juslin, 2013). Algunos autores describieron los efectos beneficiosos de la escucha de música en la salud emocional, informando que los oyentes utilizan la música para potenciar las emociones positivas y regular las negativas, afectando al estado de ánimo (Taruffi y Koelsch, 2014; Sakka y Juslin, 2018). De forma coherente, un influyente modelo de Sachs et al. (2015) postula que el placer en respuesta a la música triste es funcional para restaurar el equilibrio homeostático que promueve el funcionamiento óptimo. Por ejemplo, una persona que experimenta angustia emocional y tiene una personalidad absorbente encontrará placer al escuchar música triste porque, al estar centrada en la experiencia estética de apreciar la belleza de la música, se desconectará de la angustia, promoviendo un estado de ánimo positivo. Este concepto está apoyado por el hecho de que escuchar música triste compromete la misma red de estructuras en el cerebro (es decir, el OFC, el núcleo accumbens, la ínsula y el cíngulo) que se sabe que están involucrados en el procesamiento de otros estímulos con valor homeostático, como los asociados con la comida, el sexo y el apego (Berridge y Kringelbach, 2015; Sachs et al, 2015).

En línea con los marcos conceptuales ofrecidos por la investigación musical, se puede hipotetizar que el placer en la recepción de las artes visuales se basa en (1) el contagio emocional con la valencia transmitida por la obra de arte; (2) la valoración de un estímulo emocional negativo como ficticio en lugar de realista; (3) la regulación de la emoción en consecuencia; (4) el disfrute de la experiencia estética y la realización del juicio estético. Si es estéticamente agradable, dicha experiencia puede definirse como gratificante. La interacción dinámica de estos y otros factores para producir una experiencia estética placentera se ha descrito ampliamente en las teorías del procesamiento estético (por ejemplo, Sachs et al., 2015; Menninghaus et al., 2017; Pelowski et al., 2017). Proporcionar una cuenta completa de este complejo proceso está fuera del alcance de esta revisión; sin embargo, aquí nos centramos en cómo una parte de estos mecanismos -es decir, el contagio de la emoción, la regulación de la emoción, el placer y la recompensa- encuentran un sustrato neural común en la red de procesamiento de la emoción y cómo el acoplamiento de la investigación de neuroimagen con la medición de los estados fisiológicos puede ser útil para demostrar un vínculo entre la experiencia estética y la promoción del bienestar.

La neuroestética es un campo de investigación relativamente reciente dentro de la neurociencia cognitiva y se refiere al estudio de los correlatos neurales de la experiencia estética de la belleza, particularmente en el arte visual (Chatterjee y Vartanian, 2016). Utilizando técnicas de neuroimagen multimodal, como la resonancia magnética funcional (fMRI), la magnetoencefalografía (MEG) y la electroencefalografía (EEG), ha producido resultados heterogéneos. La mayoría de los estudios, sin embargo, convergen en la consideración de la corteza orbitofrontal (OFC) y, más generalmente, de los centros centrales de las respuestas emocionales y relacionadas con la recompensa como los correlatos putativos de la experiencia estética de la belleza (Kawabata y Zeki, 2004; Di Dio y Gallese, 2009; Ishizu y Zeki, 2013), apoyando así los estudios psicológicos que sugieren que la experiencia estética es emocionalmente positiva y gratificante (Leder et al., 2004). Mediante el uso de fMRI, se ha demostrado que la valoración de la belleza de una obra de arte compromete selectivamente regiones dentro del OFC independientemente del tipo de estímulo (es decir, arte visual, textura visual, música, fórmulas matemáticas, juicio moral, etc.) (Blood et al., 1999; Kawabata y Zeki, 2004; Tsukiura y Cabeza, 2011; Jacobs et al., 2012; Zeki et al., 2014). Además, la actividad metabólica en esas áreas aumentó linealmente en función del juicio estético, pero no perceptivo de las pinturas (Ishizu y Zeki, 2013), lo que indica que la preferencia estética por las pinturas está mediada por la actividad dentro de la red relacionada con la recompensa. Del mismo modo, utilizando MEG para registrar potenciales evocados mientras se visualizaban imágenes de obras de arte y fotografías, Cela-Conde et al. (2004) descubrieron que la corteza prefrontal dorsolateral izquierda (DLPFC) respondía más cuando los participantes juzgaban las imágenes como bellas, que cuando las juzgaban como no bellas (Cela-Conde et al., 2004). Curiosamente, Vartanian y Goel (2004) destacaron diferentes patrones neurales de activación para pinturas agradables y desagradables. En concreto, descubrieron que el giro occipital bilateral y el surco cingulado izquierdo se activaban más en respuesta a los estímulos preferidos, mientras que la activación en el núcleo caudado derecho disminuía en respuesta a la disminución de las calificaciones de preferencia (Vartanian y Goel, 2004). Como se ha descubierto que la actividad en los núcleos caudados disminuye tras una retroalimentación de castigo (Delgado et al., 2000), se puede sugerir que la desactivación del caudado izquierdo refleja un patrón general de activación reducida ante estímulos menos gratificantes (Vartanian y Goel, 2004). En consonancia con estos hallazgos, un estudio reciente de Ishizu y Zeki (2017) mostró que las imágenes calificadas como bellas pero que evocaban emociones opuestas (es decir, alegría frente a tristeza) modulaban la actividad en el OFC, pero también activaban áreas que se han encontrado implicadas en estados emocionales positivos (es decir, control de la empatía hacia el otro) -como la unión temporoparietal (TPJ) y el giro supramarginal (SMG)- y los estados emocionales negativos (es decir, la percepción del dolor social) -como el lóbulo parietal inferior (IPL) y el giro frontal medio (MFG) (Ishizu y Zeki, 2017). En consonancia con estos hallazgos, las teorías de la cognición encarnada sugirieron que las emociones pueden ser transmitidas por la obra de arte a través de la simulación encarnada (Freedberg y Gallese, 2007; Azevedo y Tsakiris, 2017) o el contagio motor (Gerger et al., 2018). En apoyo de esto, los estudios de neuroimagen encontraron que el juicio estético de las pinturas de contenido humano y de la naturaleza está modulado por la activación de un componente motor. Es decir, se activaron sistemas motores corticales, incluyendo áreas parietales y premotoras (Di Dio et al., 2015). Esto sugiere que las obras de arte dinámicas pueden involucrar a los sistemas motores a través de características que representan acciones y emociones (Freedberg y Gallese, 2007).

Por lo tanto, experimentar el arte es una actividad de auto-recompensa, independientemente del contenido emocional de la obra de arte. Este hallazgo está respaldado por investigaciones anteriores que muestran que un contexto de arte aumenta la respuesta positiva hacia imágenes con contenido negativo (Gerger et al., 2014). Adoptar una perspectiva distanciada en la recepción del arte puede producir un estado emocional positivo y placer, independientemente del contenido emocional de la obra de arte (Leder et al., 2004; Menninghaus et al., 2017). Además, parece que las emociones específicas del arte y las emociones utilitarias encontraron un sustrato neural común en la red cerebral implicada en el procesamiento de la emoción y la recompensa.

Emoción estética y bienestar: ¿Qué relación?

Los estudios revisados hasta ahora sugieren que el procesamiento estético de una obra de arte puede provocar en el espectador estados afectivos congruentes con los evocados por la propia obra (Freedberg y Gallese, 2007; Azevedo y Tsakiris, 2017; Ishizu y Zeki, 2017).

Críticamente, la valencia positiva o negativa de la emoción estética no parece ser relevante para determinar el valor de recompensa de la experiencia estética. Un retrato, una escultura o una pieza musical que transmitan sentimientos de tristeza pueden ser calificados como bellos y producir una modulación en las regiones del OFC y en los centros de respuestas relacionadas con la recompensa similar a las obras de arte que transmiten sentimientos positivos, como la alegría y el placer. Estos resultados apoyan la afirmación de que adoptar una distancia psicológica en el contexto del arte permite al perceptor abrazar el contenido negativo de la obra de arte y, mediante respuestas empáticas al contenido de las obras de arte, provocar placer estético (Menninghaus et al., 2017). Según Marković (2012), la experiencia estética es un estado mental excepcional, que se opone a la experiencia cotidiana y pragmática y «protege» al individuo de los efectos de la realidad opresiva (Marković, 2012). Teniendo en cuenta estas consideraciones, puede pensarse que la emoción estética es distintiva de la apreciación estética, denotando una respuesta emocional específica del arte evolucionada a partir de las emociones biológicas básicas (Leder et al., 2004). Como tal, esta naturaleza auto-recompensante de la experiencia estética puede explicar la promoción de la salud y el bienestar de la apreciación estética. Otra posibilidad es que la experiencia de emociones estéticas positivas no sea sólo el resultado de un estado empático especial provocado por la obra de arte, sino que dependa del nivel de ambigüedad percibido en la propia obra. En la teoría de la fluidez de procesamiento de la belleza, cuanto más fluidamente pueda procesar el perceptor un objeto, más positiva será la respuesta estética (Reber et al., 2004). En otras palabras, las características que facilitan el procesamiento de un estímulo (por ejemplo, las propiedades objetivas del estímulo y la experiencia subjetiva previa con el mismo) dan lugar a respuestas afectivas positivas y a juicios o preferencias más favorables (Reber et al., 2004). Desde este punto de vista, la valencia positiva de la emoción estética es producto de la experiencia de procesamiento del perceptor, estético o no.

Por tanto, el placer estético puede depender, a su vez, del dominio satisfactorio del estímulo, de las respuestas afectivas o de ambos (Mastandrea et al., 2009; Chirumbolo et al., 2014). Como se ha revisado anteriormente, los marcos teóricos que explican la paradoja de disfrutar de las emociones negativas en el arte indicaron que diferentes factores clave interactúan para producir una respuesta placentera (Juslin, 2013; Menninghaus et al., 2017), en función del restablecimiento del equilibrio homeostático (Sachs et al., 2015).

Intrigantemente, el estado afectivo positivo derivado de la emoción estética, sea cual sea su origen, puede tener un sustrato neural común en los circuitos cerebrales relacionados con la recompensa.

Sin embargo, estos diferentes enfoques de la evaluación estética pueden tener diferentes implicaciones para un uso estratégico del arte como herramienta para promover el bienestar y la salud. En consonancia con la teoría del procesamiento de la fluidez de la belleza, las pinturas representativas deberían ser más eficaces que las abstractas para mejorar los procesos de aprendizaje dentro de los programas educativos basados en el arte. Del mismo modo, las obras de arte con un alto grado de comprensibilidad deberían hacer más gratificantes los entornos sanitarios o laborales que las obras de arte menos inteligibles. Por otra parte, es posible que experimentar una pintura moderna abstracta en un museo de arte (es decir, un contexto artístico que solicita la adopción de una perspectiva distanciada en la percepción del arte) pueda despertar una poderosa emoción estética. Esto podría mejorar el bienestar percibido (Freedberg y Gallese, 2007; Gerger et al., 2014, 2018; Menninghaus et al., 2017).

Desgraciadamente, por lo que sabemos, solo hay unos pocos estudios que exploran los correlatos neurales asociados con las cuentas basadas en la cognición o en la afectividad de la experiencia estética y su relación con el uso del arte para promover el bienestar individual. Además, la mayoría de las investigaciones empíricas sobre la relación entre el arte y el bienestar no tienen en cuenta medidas objetivas de estrés, como la conductancia de la piel, la variabilidad del ritmo cardíaco o la frecuencia respiratoria. Además, cualquier conclusión sobre la relación entre la apreciación del arte y el bienestar se ve obstaculizada por el uso de medidas subjetivas de bienestar bastante diferentes, como entrevistas y cuestionarios. En la actualidad, sabemos por la literatura que el placer asociado al procesamiento estético puede estar modulado por las respuestas emocionales del observador a la obra de arte, o puede ser función del dominio cognitivo exitoso del estímulo estético (Leder et al., 2004; Menninghaus et al., 2017; Gerger et al., 2018), o puede ser una función de un modelo más complejo. Una comprensión más profunda de la relación dinámica entre las propiedades del estímulo ascendente y la valoración cognitiva descendente sobre la experiencia emocional durante la apreciación estética de una obra de arte podría ser útil para el uso eficaz de las herramientas basadas en el arte para promover la salud y el bienestar individuales. La investigación de la interacción entre el arte y el bienestar no debe omitir la consideración del análisis de medidas psicofisiológicas más objetivas del estrés, como las respuestas autonómicas. Las investigaciones futuras deberían abordar la relación entre las respuestas emocionales a los estímulos estéticos y no estéticos y las medidas de bienestar, como la combinación de respuestas neuronales con índices autonómicos de estrés.

Conclusión

La experiencia estética, en muchos ámbitos, puede promover el bienestar. Las investigaciones sobre neuroestética sugieren que el placer estético se deriva de la interacción entre el procesamiento de la emoción que implica a las áreas relacionadas con la recompensa en el cerebro y los procesos descendentes derivados de la relación del observador con el artefacto cultural. La naturaleza gratificante de la experiencia estética puede influir en el estado afectivo del observador, lo que posiblemente mejore su bienestar. Sin embargo, todavía hay muchas cuestiones que la investigación futura debería abordar para aclarar los determinantes del placer estético y su relación con la salud. En primer lugar, el impacto de la emoción estética en el bienestar medido se ha evaluado a través de valoraciones subjetivas mediante entrevistas o cuestionarios, y apenas se han tenido en cuenta índices más objetivos registrados mediante medidas psicofisiológicas. Además, sigue sin estar claro si el uso adecuado del arte para mejorar el bienestar debe hacer hincapié en las respuestas empáticas a la obra de arte o en la posibilidad de que el espectador domine el significado de la propia obra. La investigación futura debería tener en cuenta estas cuestiones a la hora de desarrollar programas basados en el arte en la asistencia sanitaria y la educación.

Contribuciones de los autores

SM concibió la idea, revisó la literatura y redactó el borrador del manuscrito. SF revisó la literatura y escribió el borrador del manuscrito. VB colaboró en la idea con SM, revisó la literatura sobre aplicaciones educativas y supervisó la redacción del manuscrito.

Financiación

SM recibió una subvención del Departamento de Educación de la Universidad de Roma TRE. Número de subvención: 814000-2018-SM-CONTAB.DIP_003.

Declaración de conflicto de intereses

Los autores declaran que la investigación se llevó a cabo en ausencia de cualquier relación comercial o financiera que pudiera interpretarse como un potencial conflicto de intereses.

Agradecimientos

Los autores desean agradecer a Marco Bertamini, Slobodan Marković y a un revisor anónimo sus valiosísimos comentarios sobre el manuscrito.

Berlyne, D. E. (1974). Estudios en la nueva estética experimental: Pasos hacia una psicología objetiva de la apreciación estética. (Oxford, Inglaterra: Hemisphere).

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Mastandrea, S. (2015). «How emotions shape aesthetic experiences» en The cambridge handbook of the psychology of aesthetics and the arts. eds. P. P. L. Tinio y J. K. Smith (Cambridge: Cambridge University Press), 500-518.

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