Como hija de una superviviente de cáncer de mama de larga duración, el cáncer ha dado forma a la vida que llevo personalmente y como presidenta y directora creativa de Elaine Turner, mi marca de estilo de vida de lujo.

Mi madre tiene ahora 74 años y ha sobrevivido a una recidiva de cáncer de mama después de pasar 23 años sin cáncer. Actualmente está siendo tratada en el MD Anderson y no sólo sobrevive sino que prospera.

Aquí hay tres formas en las que el diagnóstico de mi madre me ha cambiado.

1. El cáncer se llevó mi inocencia
Era 1988. Tenía 18 años y era estudiante de primer año en la Universidad de Texas cuando a mi madre le diagnosticaron por primera vez cáncer de mama. Todavía recuerdo exactamente dónde estaba cuando recibí la llamada: sola en mi dormitorio. La voz de mi madre sonaba tenue pero fuerte. Me dijo muy directamente que tenía un cáncer de mama agresivo en fase III.

Recuerdo que estaba en shock. No podía moverme. Era como si el fondo se hubiera caído debajo de mí. Todo iba a cambiar.

Continuó diciendo: «Tengo cáncer de mama y se ha extendido a los ganglios linfáticos. No estoy segura de lo que va a pasar, pero voy a luchar con todas mis fuerzas».

Se suponía que estaba en una de las épocas más felices y socialmente desenfadadas de mi vida, y en cambio estaba contemplando la idea de perder a mi madre.

Crecí aquel día de septiembre de 1988.

Luché con el contraste extremo de la vida universitaria y la mórbida realidad de un diagnóstico de cáncer de alguien a quien quería tanto. Hasta el día de hoy, hay una desconexión para mí cuando escucho a otras personas contar sus historias de fiestas de fraternidad, partidos de fútbol y noches salvajes. Vivía en una nube de miedo y ansiedad mientras intentaba encajar y encontrar mi lugar mientras luchaba con la realidad de que mi madre estaba muy, muy enferma.

Lo que aprendí de esa época fue la resiliencia, la fe y el amor. Me di cuenta de lo fuerte que era. Aprendí a aceptar lo imprevisible de la vida y supe que, independientemente de lo que me tocara, podía y podía manejarlo. Esta lección me ha servido como madre, esposa, empresaria y amiga.

2. Aprendí que mi madre es mortal
Crecí creyendo que mi madre era invencible. Después de todo, ella es mamá… la súper humana que siempre está cerca para satisfacer mis necesidades y apoyarme las 24 horas del día.

El cáncer hizo saltar por los aires esas ideas erróneas. Mi madre, de 46 años, siempre ha estado sana y ha llevado un estilo de vida limpio, y acaba de sufrir un cáncer de mama en fase III.

Esta fue la primera vez que vi que mi madre era realmente vulnerable. Pude ver un lado diferente de ella. Mi compasión y empatía crecieron. Mi amor por mi madre creció. Mi comprensión de los sacrificios que había hecho por mí y por mi familia creció.

Me dieron el regalo de ser testigo y experimentar la empatía, la compasión y el amor. Estos tres valores son la base de lo que soy y de cómo vivo mi vida hoy.

3. El cáncer me ha hecho ser diligente con mi propia salud
A través del viaje del cáncer de mi madre, me he vuelto más diligente con mi propia salud.

La experiencia de este viaje del cáncer me ha enseñado la importancia de hacerme cargo de mi propia salud y de recibir cuidados preventivos intensivos. Soy religiosa con mis mamografías anuales. Tengo un tejido mamario denso y una madre con cáncer de mama. Para el mundo médico, se me considera de «alto riesgo». Me hice una resonancia magnética de mama de referencia hace dos años y seguiré haciéndome una cada cinco años. Me hago mamografías en 3-D y ecografías si es necesario. Incluso me sometí a pruebas genéticas. Afortunadamente, el resultado fue negativo.

No voy a mentir. Tengo miedo de escuchar las palabras: «Tienes cáncer». Pero una cosa es segura: si ese día llega, estaré armada y preparada para luchar.

A lo largo del viaje de mi madre, la he visto luchar contra el cáncer de mama con tanto valor y gracia. Nunca ha perdido su optimismo ni sus ganas de vivir. Es madre, abuela, amiga, esposa y, sobre todo, una inspiración y un modelo a seguir para mí y para muchos otros.

Y gracias a lo que he aprendido de ella, llevaré conmigo una enorme riqueza de conocimientos, fe, valor, esperanza, optimismo y GRIT para vencer sin importar lo que la vida me depare.

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